sábado, 28 de febrero de 2009

Episodio 8: En la alfombra roja

Buenas tardes, miembros y miembras de la academia:
Como ya dije en otro boletín de este noticiario-culebrón, tengo mi parte de mitómano, o de freak si se quiere decir de forma menos elegante. Y una de mis frikadas consiste en no perderme anualmente la ceremonia de los oscars de Hollywood. Durante un par de años tuve Canal+ y pude verla, pero casi siempre la sigo a través del maravilloso programa especial que anualmente hace El cine de lo que yo te diga, de la cadena SER. Si no lo habéis escuchado, dadle un tiento: los sábados de 16:00 a 18:00, y también podéis bajároslo en mp3 desde www.loqueyotediga.net. Merece la pena. Si no me fallan los cálculos, esta ha sido la decimosexta ceremonia que me tiene despierto casi toda la noche del domingo (antes lunes). Ir al día siguiente a currar es duro, pero, como ya dije también, ciertas cosas hay que presenciarlas en directo. Hace mas ilu, o sea. Además, siempre se puede echar uno una cabezadita mientras los documentales...

Que los premios sean o no parte del negocio me da igual, ya que hoy en día todo es parte del negocio. Las guerras son parte del negocio porque sirven para alimentar la industria armamentística; las obras de caridad son parte del negocio porque sirven para desgravar impuestos; las elecciones son un negocio porque sirven para gastar millones en publicidad y propaganda; las enfermedades son un negocio porque activan la maquinaria farmacéutica. El mundo en general es parte del negocio. Olvidemos el negocio y vivamos (mensaje sin patrocinador: su publicidad aquí, su publicidad aquí).

El caso es que me gustan los oscars, por más que algunos años la ceremonia haya sido un auténtico coñazo. Son una especie de reflejo de cómo debería ser la vida: un montón de gente, cada una de su padre y de su madre, junta llevándose la mar de bien, todos guapetones y sonrientes. Creo que fue Denzel Washington quien dijo que en Hollywood el único color que importa es el verde (volvemos al negocio), lo que explica cómo es posible que ya en 1939, cuando los derechos civiles eran casi cosa de risa, Hattie McDaniel ganó el primer premio a una actriz negra (vale, de color, de color marrón, concretamente. De las chorradas lingüísticas hablaremos otro día) por su inolvidable personaje de Mammy en Lo que el viento se llevó, esa película tan larga... Hace un par de años, la cantante Melissa Etheridge, y este mismo año el guionista Lance Black han podido agradecer el galardón a sus parejas homosexuales sin que nadie se rasgase las vestiduras, y un espectáculo con tanto calado en todo el mundo es posible que aporte un poco de normalidad al mundo en general, y al mundo gay en particular, que también le hace falta.

El oscar lo han ganado personas llegadas de montones de países del mundo, de casi todas las razas posibles y de muy distinta condición por obras también muy distintas. La suerte que hayan corrido sus carreras después no depende del premio, pues ya se sabe que la fama y el éxito tiende a ser efímeros y caprichosos. Además, es casi la única forma de que veamos a casi todas las personas que hacen una película. Muchas veces sólo nos acordamos de actores y directores, y el hecho de que el cine es cosa de mucha más gente queda en nuestro subconsciente. Y esos segundillos en los que salen cinco técnicos de sonido a agradecer el premio a su esposa son, al fin y al cabo, un acto de justicia.

En el apartado estrictamente cinematográfico, creo que hay pocos debes. Más tarde o más temprano, todo aquel que hace algo bueno por el cine, se lo acaba llevando. Siempre se citan los ejemplos de Alfred Hitchcock o Edwar G. Robinson como grandes que nunca consiguieron un oscar, pero... eso, que siempre se citan esos ejemplos. Además, el premio es por una obra concreta, no a una carrera, y toda votación es subjetiva. Es cierto que a Hollywood le gusta el almíbar, y que en 1980 ganase Gente corriente en lugar de Toro salvaje a algunos les sabe a cuerno quemado, valga el chistecito. Otra maldad que se les podría achacar a los académicos es la dificultad que tienen para olvidar el pasado del algunas estrellas. No perdonaron a Bill Murray que se hiciera famoso con El pelotón chiflado y otras maravillas similares, o que Jim Carrey se llenase los bolsillos con Ace Ventura y La máscara antes de convertirse en actor serio. En cambio se reconciliaron con los años de bomba sexual de Kim Basinger y con las turbulencias de un Roman Polanski declarado persona non grata en Estados Unidos. Este año también han pasado por alto a Mickey Rourke, cuando todo el mundo le veía ya dando el discurso de agradecimiento, quién sabe si por sus años de tarambana en los bares y en el ring.

Y ya que hablamos de Rourke, vamos a la ceremonia de este año, que, por cierto, tenía muchas papeletas para que fuera un rollo. Hasta yo, que soy malísimo para esas cosas, he acertado casi todos los ganadores en la porra de imdb.com. Sin embargo la ceremonia resultó bastante entretenida en la radio (aún estoy esperando a poder verla). Los números musicales, la alternancia de premios artísticos y técnicos, los numeritos cómicos de Ben Stiller o Steve Martin y la rapidez con la que se repartieron los premios, en tandas de dos o tres, hicieron que no se alargase mucho la cosa. La aparicion de cinco estrellas premiadas para repartir cada uno de los oscars de interpretación no parece mala idea si no la sobreexplotan, aunque no me parece muy acertado que cada uno de ellos se dirigiese a un nominado en concreto. Yo me moriría de vergüenza si Robert de Niro se pusiese delante del patio de butacas y del mundo entero a decir cómo le molo... Al final, resulta que cada actor ganador es de una nacionalidad diferente, y la mejor película se la llevó Slumdog Millionaire (que espero ver esta misma semana) otra muestra más de la globalización hollywoodiense.

¿Habéis visto? He conseguido acabar sin decir cosas como "preciada estatuilla", "eunuco dorado", "la noche más esperada", "la meca del cine" o "Meryl Streep en su decimoquinta nominación". Otro día me meteré en fregados más marujiles, que creo que ya está bien.
¡Disfruten de la película!

The show must go on...
Inside my heart is breaking, my makeup may be flaking
but my smile still stays on...
The show must go on. Queen.

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