jueves, 7 de julio de 2011

Episodio 97: Menudo país

Hola, tele-evidentes:
Estoy más que harto de pasarme la vida quejándome de esta sociedad ultrasaturada de todo de la que formo parte, y, para que no se diga, en lugar de seguir doliéndome sobre la corrupción y demás taras político-prensiles, me he decidido a proponer soluciones. En primer lugar, omito un capítulo que tenía medio preparado sobre más cabreos varios, aunque sospecho que acabará emitiéndose cuando no se me ocurra otra cosa. Pero de momento inicio aquí una trilogía de episodios en los que iré explicando los que para mí son tres requisitos fundamentales de una sociedad sana, que no perfecta, ya que eso no existe. Dichos requisitos son el humor, la normalidad y la ceguera, y cada uno tendrá su correspondiente tratamiento en su tiempo y lugar. O sea, cuando se me ocurra cómo explicar este embolado mental de manera mínimamente inteligente e inteligible.

Empiezo con el humor, del que ya hablé en el episodio 47, por empezar con alguno, que no tienen orden necesario, y empiezo por ahí porque estos últimos días, gracias a la TDT (no se lo digáis a nadie) tengo un cierto regustillo agradable en la boca gracias a la emisión de episodios nunca vistos (por mí) del programa de la ETB "Vaya semanita" en La 7. La capacidad de hacer humor sin dejar títere con cabeza y al mismo tiempo sin una clara vocación de agresión formal o conceptual me da muchísima envidia y creo que sería un ejercicio sano a aplicar por parte de los sectores más cabreados del país.

La crítica muy mordaz y socarrona de "Vaya semanita" recuerda bien a algún otro programa que ha tenido la misma intención de reírse de todo y de todos sin servilismos ni tabúes, pero con la suficiente delicadeza como para no liarla parda. Los guiñoles de Canal+ o incluso la primera etapa del Caiga quien caiga de Wyoming en Telecinco tenían ese mismo aura de cachondearse de todo lo que va mal sin necesidad de dejar recaditos a nadie. Aura del que carecen otros programas antiguos y actuales del estilo de "Este país necesita un repaso", "El intermedio" o "Los clones", muy pagados de sus respectivas ideologías y con formas cada vez más incendiarias.

Si es cierto que la caridad bien entendida empieza por uno mismo, no lo es menos el humor bien entendido, y en "Vaya semanita" arremeten contra todos los estereotipos vascos sin complejos para, a continuación, repasar a gusto a políticos nacionalistas y españolistas, a la izquierda abertzale en sus múltiples formas e incluso a ETA. Se permiten hacer gags sobre absolutamente todo (como debe ser) pero sin darse ínfulas de superioridad moral o intelectual (como debe ser), algo que hace falta en esta España nerviosa y que sólo sabe seguir riéndose de los problemas y las miserias a pie de calle.

Supongo que "Vaya semanita" tendrá una buena audiencia, porque lleva ya unos cuantos años en antena, y como en la tele lo que importa es eso, propongo que alguna mente productiva desarrolle un programa similar englobando a la sociedad y personalidades españolas, ya que la adaptación que hizo Telecinco hace algunos años, "Agitación +iva" no funcionó porque se quedaba corta de mala leche y se limitaba a reproducir sketches facilones y chistes viejos. En un ataque de originalidad masiva, se me ocurre que el espacio se podría llamar "Menudo país", y me parece que un espacio así sería, siempre que seamos capaces de mirarnos en un espejo distorsionado, higiénico y terapéutico, y hasta más efectivo que algunas medidas gubernamentales...

Los vídeos de "Vaya semanita" son los reyes de Youtube, así que os dejo con uno de los mejores de su historia, siempre en mi molestísima opinión...

jueves, 16 de junio de 2011

Episodio 96: Diez cosas que sabemos gracias a la publicidad

Hola, vendedores:
Hace tiempo que no doy un repaso a uno de mis programas favoritos de la tele: los anuncios. Parece que las estrategias para vendernos la moto no han cambiado mucho últimamente, pero ya sabéis que a mí me gusta sacarle punta a casi todo, y a algunas cosas resulta bastante fácil sacarles punta. Here we go:
  1. "Hace falta tiempo para derretir un corazón", dice un anuncio de helados. Cierto. En cambio, para congerlarlo y dejarlo duro como una piedra sólo hace falta un (mal) momentito. Paradojas de la vida...
  2. "Mi gemela y yo solemos llevar la misma ropa...". Pues ya tenéis una edad, eh... Me sorprende la capacidad que tienen algunos creativos para provocar la suspensión de credulidad en sus clientes, especialmente cuando hay un detergente de por medio.
  3. Me autoplagio de Twitter: si el checo viene de Checoslovaquia y el chaleco, de Chalecoslovaquia, entonces, ¿los Cheetos?, ¿y los ch...? Bueno, da igual, que me lío...
  4. Resulta francamente tranquilizador comprobar como a un genio de la alta cocina, referente mundial en la materia, elegido mejor chef del mundo y etc., lo que le gusta en realidad es una birra fresquita y un par de huevos fritos. Al mundo aún le queda un resquicio de normalidad.
  5. Resulta que existe algo llamado "melena mediterránea". Y no es una enfermedad, es pelo. Paz Vega, sevillana de pies a cabeza, la tiene. Según eso, yo tendría un pelito mesetario, o algo parecido. Aunque de aquí a unos años tendré un melón de Villaconejos...
  6. ¡Atención! A Uma Thurman le apetece más beberse una tónica que el sexo. Se nota que la carrera de una estrella de Hollywood está en pleno ascenso hacia la cima porque puede elegir proyectos sin hacer nada que resulte... ridículo...
  7. El maravilloso mundo de los seguros: unos te ofrecen unas condiciones supermegachachis "sin pedir nada a cambio". Lo que en mi pueblo se llama dar duros a cuatro pesetas, vaya. Otros, en cambio, tiran de baratismo y ofrecen seguros a un euro. Eso sí, contratan a Batman para el anuncio. Cualquiera les echa luego en cara que no saben distinguir el techo de un coche del capó.
  8. "Siéntete orgulloso de tu nombre, porque es tu herencia". Sinforoso Navalpijo y Eufrasia Macarrón no están de acuerdo. Pero al menos ya han perdonado a sus padres.
  9. Las compañías apelan al buen rollito y a los sentimientos para llamar la atención del consumidor, eso ya lo sabíamos. Pero la posmodernidad y el cabreo general le han añadido elementos interesantes al proceso. El "parado de Mahou" fue víctima hace unos días de un ataque de coñas marineras en Twitter que le convirtieron en TT. Igual va a ser que no todo cuela. Afortunadamente, la marca no necesita demasiada publicidad para seguir triunfando...
  10. "Ahora tu cola puede ser más grande". No es un mensaje de mi bandeja de spam, aunque podría serlo. Es el último eslogan de Pepsi, para aludir a que ahora la lata tiene más capacidad. Eso sí, en la foto sale un chaval negro, en plan novedad, porque todos sabemos que a los publicistas no les gusta tirar de tópicos.
  11. Como me gusta dar propinas, añadiré una cosa que no sabemos: ¿el anuncio de la colonia Gucci con Chris Evans promociona más a Gucci o a Chris Evans? Porque yo tuve que investigar para saber qué anunciaba el spot en cuestión...
Bueno, ahora voy a cambiar de canal, que a los programadores se les ha vuelto a ocurrir poner una película entre los intermedios. Malditos... Eh, ¿os habéis fijado que no he mencionado cierta publicidad superjoven  que habla de pasarlo teta y del policía interior? Si es que en el fondo soy más majo... Bueno, os dejo con un anuncio con el que no podría meterme aunque lo intentase. Y eso que es de un banco...


lunes, 6 de junio de 2011

Episodio 95: Tu palabra favorita

Hola, hablantes de toda índole:

Desde hace ya unas semanas se puede votar en la página www.eldiae.es por nuestra palabra favorita de la lengua castellana a partir de las elegidas por una serie de hispanohablantes célebres, en una iniciativa del Instituto Cervantes que se lleva realizando varios años como parte de la celebración del Día del Español, el 18 de junio.

Creo que podría decir sin temor a equivocarme que a la hora de elegir una única palabra favorita, se pueden seguir dos corrientes: una, probablemente la mayoritaria, es escoger la palabra por su significado, que traiga a la mente cosas buenas, de valores imperecederos, de tiempos y lugares añorados, de sentimientos perdidos o no, de ansias y anhelos para uno mismo y para la humanidad. Así, de momento las primeras en la clasificación son "sueño" (Luis Rojas Marcos), "Querétaro" (Gael García Bernal) y "libertad" (Mario Vargas Llosa). Todos tenemos alguna palabra pegada en el corazón o en la cabeza que pronunciamos casi sin sentir, que casi ni oímos, porque leerla o escucharla no lleva inevitablemente a una imagen, a una sensación que va mucho más allá del lenguaje.

Pero el lenguaje, al fin y al cabo, es un invento humano como tantos otros, aunque para muchos sea un regalo de los dioses sacros o paganos, y con él se puede jugar, se puede crear, se puede inventar, se puede reír... y por eso también hay palabras que nos gustan sólo por cómo suenan, porque son divertidas, graciosas, musicales, porque la sola composición de sus letras es un poema en sí mismo, un trabalenguas, una explosión de sonido o una armonía pictórica de líneas rectas y curvas. "Meliflua", elegida por Shakira, "murciélago", por Boris Izaguirre, o "alborada", por Mª Dolores Pradera,  parecen de este segundo grupo, al margen de que puedan tener un trasfondo personal.

Aunque, como para casi todo, en la lista, formada por 35 palabras, podríamos hallar un tercer grupo. Un microgrupo de palabras tan contundentes y simples que son susceptibles de encerrar toda una historia en sí mismas. "Sí", escogida por Ángel Corella, o "tú", la favorita de Antonio Gamoneda, pertenecen al primer grupo si se entienden como un alarde de apertura, de generosidad, de darse al otro, de pensar en los demás antes que en uno mismo, de corresponder. Y también se pueden entender de manera mucho más, digamos, literaria: su brevedad y concisión hacen que no necesitemos mucho más que esas palabras para comprender. Tampoco faltan los prosaicos, como Don Vicente del Bosque o Alicia Alonso, que han escogido "fútbol" y "bailamos". El lenguaje, como las tarjetas de crédito, es personal e intransferible...

Completan la lista muchas palabras que ya han estado entre las preferidas de los hispanohablantes otras veces: "madre", "gracias", "amor"... Yo, particularmente, y adheriéndome al primer grupo, me quedaría con "tetas", que, por cierto, no está, de manera injusta e incomprensible... ¿y vosotros?
P.D.: si pensáis que yo soy frívolo al acabar así, pensad que Emilio Botín ha elegido "Santander"...lalala...

What's in a word, more than you imagine
What's in a word, more than I can say
Once in a while you can hear such sweet sounds
Chimes of freedom in your head
The Christians. What's in a word.

jueves, 2 de junio de 2011

Episodio 94: Conceptismo y culteranismo

Hola, poetas y rapsodas:
Cuando estaba en el insti, la asignatura de Literatura tenía siempre un extenso apartado dedicado al Siglo de Oro, y dentro de él se estudiaban infinidad de autores, estilos y obras. Uno de los capítulos hacía referencia a dos aspectos contrapuestos: conceptismo y culteranismo. Ambas pretendían renovar el lenguaje de la poesía clásica, pero de formas muy distintas: mientras el conceptismo se centraba en, sí, exacto, los conceptos, escogiendo con cuidado las palabras que se usaban para decir algo muy concreto que el lector debía discurrir, el culteranismo se basaba más en la forma, creando textos barrocos y abigarrados cuyo significado último era muchas veces imposible de adivinar sin un estudio muy detenido de la obra y su autor. Aclaro que escribo de memoria, así que lo mismo meto la pata en algo.

Como todas las tendencias vuelven tarde o temprano, últimamente estamos atravesando una etapa televisiva político-económico-social muy, pero que muy, culteranista. Las ideas se repiten una y otra vez sin que nadie parezca encontrar un atisbo de novedad, por lo que a periodistas y tertulianos se les ha ocurrido abrigarlos con todo tipo de gritos, insultos, chorradas, demagogia barata, desprecio por el prójimo y jaleo de las ocurrencias de los coleguis.

Tras originarse el fenómeno en shows del estilo del Sálvame de turno o en las refriegas radiofónicas entre forofos del Madrid y del Barça, los supuestos debates o espacios de análisis se han apuntado al bombardeo. Rendidos al sesgo, están cuidadosamente estudiados para gustar a su público, bien amparándose en que en este país hay libertad de expresión y cada uno puede soltar las barbaridades que le parezca, o bien simplemente, porque yo lo valgo.

En su "1984", Orwell hablaba de la neolengua, un lenguaje que se puede usar sin que pasen por el cerebro las palabras pronunciadas. Así, estamos en progreso de normalizar ideas y teorías como la de que "el terremoto de Lorca tiene un lado positivo: que se reactivará la construcción". Aunque "1984" es pura ficción, claro está. Y además, paradójicamente, su propósito era condenar los regímenes totalitarios que algunos de los intelectuales culteranistas de hoy en día acarician suavemente...

Por otra parte, sí, naturalmente, hay que hablar de algo, o sea, que conceptos, haberlos haylos. Pero no son lo importante. Se reducen a pasarse mutuamente patatas calientes de corrupción, de quién empezó a hacer las cosas mal, de quién engaña al pueblo, que, por supuesto, es tontico, y de los maravillosos argumentos acostumbrados: "¡tú mientes, yo no, yo soy bueno, tú malo, yo tengo razón, tú no, yo soy grande, tú pequeña y no puedes hacer nada para cambiar eso!". Un momento... .esto último es de Matilda, ¿no? En fin. Repetir hasta la náusea, confundir al espectador, decir medias verdades, desautorizar al otro, herir... No deja de parecerme indigno escudarse en la indignidad ajena para justificar la propia indignidad, pero quién soy yo para opinar. Y conste que la redundancia de uso de la palabra "indignidad" es un recurso estilístico, no es que no se me ocurra un sinónimo.

Como dijo ese gran filósofo de nuestra época, Forrest Gump, no tengo nada más que decir sobre esto. Salvo una cosa: es evidente que culteranistas, por decirlo de manera simpática, nos sobran. Ahora se buscan conceptistas. Gente que renueve las ideas y, sobre todo, cuide las formas. No olvidemos que, por muy buenas que sean las ideas (y entre tanto barullo alguna idea hay, tampoco nos engañemos), si se pierden las formas, se pierde el fondo.

Los partidarios del movimiento 15-M pueden haber iniciado una revolución al menos en lo que se refiere al lenguaje, por cuanto han fracasado en su primer intento de transformar la sociedad. Con una participación del 49% en unas elecciones, no hay quien transforme nada. Ahora sólo cabe esperar que los cimientos que se han puesto evolucionen y que a los profesionales de la (in)comunicación se les pegue algo. Aunque igual cobran demasiado, y, como todos sabemos, el dinero es impermeable...

Ah, pues tenía algo más que decir. Según mi libro de Literatura de B.U.P., el ejemplo más representativo del culteranismo era Góngora, y el de conceptismo, Quevedo. Así pues, se buscan Quevedos. ¿Voluntarios/as?
Sometimes I sit here
hearing voices in my head.
I try to understand,
to make some sense.
Phil Collins. Love police.

lunes, 23 de mayo de 2011

Episodio 93: Pensarlo bien

Hola, pensadores de Rodin:
Entre malestares personales y desengaños políticos he encontrado espacio para una de esas reflexiones personales que de vez en cuando me acuden, como casi siempre provocada por un par de hechos inconexos.

Hace unos días pudimos ver en un noticiario, y luego en Youtube, cómo un actor ofrecía por las calles de Barcelona dos entradas reales para la final de la Champions League en Wembley por sólo veinte euritos, sin que nadie "picase", hasta que una afortunada pareja tuvo la suerte de fiarse del sospechoso sujeto y se las llevó. El segundo hecho me sucedió hace cosa de una semana. Mientras esperaba en la parada del bus, una chica llegó apurada y fue dirigiéndose uno a uno a todos los que estábamos allí. No encontraba su móvil y quería pedir uno prestado para llamar a su propio número y comprobar así si lo había dejado en algún sitio o directamente se lo habían robado. Ese día y en esa parada en concreto, nadie llevaba móvil. Ni siquiera yo.

Definitivamente, la época en la que el portentoso Manuel Summers decía aquello de "To er mundo e güeno" ha pasado a la historia. Desde pequeños aprendemos que el mal puede acechar en cada rincón y no debemos aceptar caramelos de extraños, pero entre la mala prensa que los telediarios dan de la Humanidad y los bulos extendidos por la red ("si te encuentras en la calle una cartera llena de billetes, no la cojas, que podría ser una bomba de ETA"), cada día está más claro que el "Piensa mal y acertarás" se ha impuesto. Y eso a pesar de que, como la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo, todos acabamos dependiendo de la amabilidad de los extraños, para unas cosas o para otras. Y tampoco parece tan descabellado. Aún hay gente que se ofrece a cargar con las pesadas bolsas de la compra, o a llevarnos en su coche cuando un diluvio nos pilla en mitad de la calle. Pero la bondad no suele tener buena reputación. Es mejor no darle unas monedas a ese mendigo, podría gastárselas en drogas.

Puestos a recurrir a refranes, más nos valdría acordarnos de aquel "Confía en Dios, pero cierra la puerta con llave". Lamentablemente, en unos tiempos tan relativizados y difusos es cada vez más complicado distinguir a los buenos de los malos. Y, de todas formas, como si tuviéramos tiempo de pararnos a pensar, con la de cosas que hay que hacer... Desconfiar es más rápido y efectivo. Si hemos acertado, no pasa nada, bien por nosotros, y si nos hemos equivocado, nunca lo sabremos, porque nuestro camino y el de ese extraño al que no hemos escuchado seguramente no volverán a encontrarse. Y si lo hacen, bastará con encogerse de hombros y fingir que no tenemos ni idea.

A pesar, en fin, de que la maldad campa, aparentemente, por sus respetos por las calles y ser, como decía Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno", está pasado de moda aunque sólo sea de cara a la galería (me permito aquí remitiros al episodio 14 de esta serie...), creo que sería conveniente, de vez en cuando, ya que queramos o no, tenemos que pensar bien las cosas, pensar bien de las cosas.
Hasta otra, amiguitos. Suponiendo que seáis quienes decir ser...

Hay gente valiente, gente con miedo,
gente que el mundo no le importa un bledo,
gente parada, gente sentada,
gente soñando y gente despertando.
Hay gente que nace, gente que muere,
hay gente que odia, y gente que quiere,
en este mundo hay mucha gente
pero pero pero....
No hay nadie como tú. Calle 13.

martes, 10 de mayo de 2011

Episodio 92: Movimiento parado

Hola, guepardos y caracoles:
El V concurso de relatos breves de Cercanías RENFE se resolvió hace unos días con mi correspondiente concurso y mi correspondiente derrota. El tema era el tránsito, el movimiento, según parece, y a mí me dio por hacerme el original. Como siempre, aquí os dejo los restos del naufragio. Enjoy:
 
Viaje desde el interior
Lo noto. Lo siento dentro de mí. Llevo todo el día de la cama al sofá y vuelta a la cama, pero sigo sintiéndolo. Es como si viajase sin salir del cuarto,  vagando por lugares que, aunque conocidos, obligan a avanzar. Algún destino me espera, lo sé. Cierro los ojos y sé que se mueven, aún sin tener nada que mirar. Oigo latir mi corazón, circular mi sangre. Veo moverse músculos que no conozco. Todo en mí es un tránsito continuo. He nacido para moverme, para viajar. Sin tren, sin medio alguno. Simplemente, me muevo.

viernes, 22 de abril de 2011

Episodio 91: Nos hundimos

Hola, corazones, rotos o no:
Aquí se supone que tocaría el primer episodio de la tercera temporada de vuestra serie favorita con su correspondiente recopilatorio y tal, pero... estoy de bajón. Llevo varios días dudando si hablar de esto aquí , y hasta he pensado en abrirme un blog paralelo para los días de miseria personal como el que ya tuve hace tiempo. Pero claro, luego he pensado que si me abrí este fue ni más ni menos que para contar mis mierdas al que las quiera leer, así que vomitaré aquí, si no os importa. Regalo impermeable con la compra de este episodio, no os preocupéis. Ah, no, si esto es gratis...

No puedo poneros anestesia, porque si la tuviera la usaría para mí, pero tampoco me voy a extender. Es el mismo cuento de siempre. Los fantasmas del pasado han vuelto, siguen ahí, jugando al poker con mis miedos al futuro. Y juegan mejor que yo. Ni  (me) olvido ni (me) perdono. Y aunque se supone que debería haber pasado página hace tiempo, no lo he hecho ni sé cómo hacerlo. Sí, podría esforzarme para hacerlo sabiendo que me dolería, pero no sé si tengo fuerzas y, lo que es peor, no sé si tengo ganas. El ambiente tampoco es que ayude estos días, con mi madre en pleno duelo/depresión. Y yo, descartado una vez más buscarme un psicólogo que me cobre por decirme que me esfuerce por cerrar heridas aunque me duela, no sé a quién recurrir. En mi defensa, varias de las personas en cuyos metafóricos hombros he llorado han ido y no les ha servido de mucho. Tampoco quiero dar el coñazo a gente que tiene su vida, ni deprimir a nadie, ni que me llamen mártir ni que me manden a un psicólogo. Así que, una vez más, a aguantar el tirón. Igual es que me gusta. Ya no sé qué pensar.

Lo que siento es una mezcla de mis mejores virtudes, esas que todos admiráis: frustración, miedo, rabia, tedio y la gran estrella del equipo: arrepentimiento. Por qué coño habré cometido tantos errores. No lo sé, no lo sabré nunca y tampoco puedo rebobinar el tiempo, pero, por muy absurdo que sea, me sigo arrepintiendo de cosas en las que ya no debería pensar. Sigue con tu vida, avanza, camina. Pero tampoco tengo claro hacia dónde. Entre las puertas que me cierro yo solo y las que me cierra la puta crisis, de momento parece que voy apañado.

Lo cierto es que me siento más o menos como cuando tenía 16 años y estaba en el instituto. Perdido, confuso, un tanto solo y no muy optimista sobre mi persona. Con una diferencia: cuando tenía 16 años podía permitirme el lujo de espantar a los fantasmas diciéndome que tenía tiempo de sobra para arreglar las cosas. Pero ahora me siento viejo. Siento que el tiempo se me acaba para que ocurra algo realmente bueno en mi vida. Así que un pasito patrás, María. Lo único que se me ocurre hacer en días tan tontos como hoy, grises, tan festivos que no hay dónde ir ni a quién ver, es lamentarme, y luego cabrearme conmigo mismo por lamentarme. Y eso no es lo que debería estar haciendo, lo sé, tan tonto no soy. Ojalá lo fuera. O bien, en una gratuita muestra de incoherencia personal, hasta podría acabar buscándome un psicólogo. Ninguna de las opciones me gusta. Me hacen sentirme débil. Casi tanto como liarme a llorar a destiempo.


No sé. Mañana es un nuevo día. A ver si pasa pronto lo que queda de hoy. Aunque claro, queda la noche, con su correspondiente amenaza de insomnio, que me agria el carácter (más). Algo que no necesito ni yo, ni mi madre ni el gato. Igual si tengo que empezar a tomarme en serio eso de cambiar mi vida para bien debería empezar dulcificando un tanto mi mala leche. O puedo dar muestras de utoindulgencia y echarle la culpa a la genética.

Aquí es donde viene el final ingenioso y tal, pero no se me ocurre nada, así que... ya nos veremos.
My little empire
I'm sick of being sick
My little empire
I'm tired of being tired
My little empire
I'm bored of being bored
My little empire
I'm happy being sad
Manic Street Preachers. My little empire.

miércoles, 13 de abril de 2011

Episodio 90: Eres un fenómeno

Hola, frikis:
En este informativo ya hemos hablado vosotros y yo (vale, yo más) de los mitos que nosotros, el público, nos formajos en la cabeza y también de la fama entendida como estrellato, con todo lo que ello conlleva. Así pues, sólo nos queda un aspecto a tratar sobre la popularidad: la fama de usar y tirar, la de aquellos que brillan por la razón que sea, muchas veces una razón más bien fatua, y luego se apagan, ora de forma plácida, ora de manera patética y lamentable.

En la época en la que vivimos, la velocidad, la inmediatez, la novedad constante se han convertido en nuestro principal alimento. Y si eso vale para las noticias, digamos, serias, que copan minutos en los telediarios hoy para olvidarse mañana sin solución de continuidad, qué no ocurrirá con las simples personas que habitamos el planeta. Han sido los propios medios de comunicación los que han creado el concepto de "fenómeno mediático", y, tras una temporada de pasmo, hoy podemos decir con tranquilidad que cuando se usa ese término estamos hablando de algo/alguien que no va a llegar muy lejos.

Desde los tiempos de la civilización egipcia a la era dorada de Hollywood, ha habido personas que se han convertido en leyenda por hechos reales o ficticios, de los que se ha hablado y de los que siempre se hablará pase lo que pase. Porque son leyendas, simplemente. Han hecho algo para serlo, y se les puede amar u odiar, pero, desde luego, siempre serán recordados. Sin embargo, hoy en día, adquirir la categoría de leyenda parece ser una vocación como la de ser futbolista, médico o millonario. Algunas personas viven para salir en las pantallas, para aparecer, para aparentar, como fin último. Es más, se está vendiendo que esa es una forma muy lucrativa de vivir, por lo que la aparición de nuevas "vocaciones" es constante. Y como, de hecho, sí que es algo muy lucrativo, al menos durante un rato, no falta quien se apunte a llenar páginas y minutos con absolutamente nada. Como mucho, en ocasiones con un cuerpo bonito (que no digo yo que esté mal). Otras, ni eso.

El fenómeno mediático ya resultaba bastante agotador cuando se encontraba hasta en la sopa en revistas, periódicos y televisión, pero ahora el asunto parece haberse agravado con el apogeo de internet (que bien podría ser un fenómeno mediático en sí mismo, por cierto). Todo el mundo puede hablar, opinar e inventarse cualquier bulo sobre cualquiera, y cuando "cualquiera" es alguien que se ha hecho famoso sin merecerlo especialmente, estamos hablando, sí, amigos, otra vez, del negocio. El caso es que hablen de uno, aunque sea bien, como dijo Salvador Dalí, u Oscar Wilde, dependiendo de la fuente (vamos, del libro de frases célebres donde se mire). Dos personajes a los que, sin duda, les habría encantado aparecer en Sálvame o en Quore, aunque, la verdad, demostraron tener bastante más arte que no me hagáis nombrar quién. Mientras se genere dinero, vale todo.

Los últimos ejemplos, el muy talentoso periodista Salvador Sostres, famoso por cabrear a cualquiera que tenga la más mínima sensibilidad humana al denostar la memoria de los muertos (José Antonio Labordeta), descalificar gratuitamente tierras que no son la suya (Asturias) o mancillar la pureza de las adolescentes (nosequé del ácido úrico, soltó en la tele cuando pensaba que no le oía nadie). La última, ponerse comprensivo con un tipo que mató a su mujer, como si en este país faltase gente que comprende mejor a los agresores que a las víctimas. Su figura vale tanto hoy en día como la de ese nuevo ídolo de masas, Rebeca Black, que con su exitazo "Friday" ha conseguido que los mismos que aman a Justin Bieber (el niño con libro de memorias a la venta)  la odien a muerte. Perdón, la odien a Twitter. Y la chica tiene su mérito. Una letra que dice "hoy es viernes, mañana es sábado y pasado, domingo" merece ser escuchada y hasta coreada, maldita sea.

Estos, como veis, son casos ilustres, porque estamos, en general, hablando de gente que se jacta de ser hijo/a de nosequién, haberse acostado con nosecuál o acusar a fulanito de yoquesequé con o sin pruebas, preferentemente sin. Carne de olvido, sin duda. Pero, de manera alarmante, y gracias al puto negocio, algunas de estas estrellas de pacotilla se están resistiendo a implosionar, y, en cuanto nos queremos dar cuenta, resulta que ya llevan varios años danlo la brasa de manera casi diaria en los bajos fondos del cotilleo. Ahora salen en películas, escriben libros y se hacen documentales sobre su persona. Y no parece que tengan intención de dejarse morir con dignidad. Naturalmente, y aunque parezca que no, no dejan de ser una moda, y, como todas las modas, buenas y malas, pasarán. Pero mientras, están haciendo daño. Porque aparte de empobrecer el nivel cultural del país, y del mundo (que no de El Mundo, ¿eh, señor Pedro J.? ) en general, hacen creer que lo que hacen es digno, bueno, y que son un ejemplo a seguir. Puf. Me voya a ahorrar el discurso moral sobre el futuro de nuestra juventud, con vuestro permiso.

Esto viene únicamente porque hoy he visto en la calle un cartel en la calle que anuncia que en mi pequeña y hermosa ciudad vamos a tener la suerte de contar, en una conocida discoteca, con... ¡Rafa Mora y Paquirrín! Y eso no es todo: habrá gogós, animación... y ¡firmarán autógrafos! ¿No es genial? No, no es genial. Así que, en vez de meterme en la cama a llorar o liarme a tiros en un supermercado como haría un estadounidense cualquiera, he decidido aplacar mi ira dándoos un poco el coñazo. Sorry.

Y ahora, como Youtube no me deja insertar este vídeo tan chulo, y en el fondo sois, como yo, un poco frikis, pinchad en el enlace. O copiadlo. O llamad a DEC diciendo que estáis embarazados de la momia de Tutankamon y queréis contarlo todo a cambio de 10000 euretes.
Gracias. Un abrazo.
http://youtu.be/9C4uTEEOJlM

miércoles, 30 de marzo de 2011

Episodio 89: La revolución mañana

Hola, camaradas:
Estaba (estoy) más o menos decidido a ir abandonando poco a poco el vomitivo panorama político mundial, pero un twitter me ha inducido a realizar otra de mis irreflexivas reflexiones. Lo que más me ha impactado es que el autor no es ningún político (no sigo a ninguno) sino el humorista Félix Álvarez. El twitter dice: "El faisán o la traición del Estado ¿Qué tiene que pasar para que tomemos la calle? Estamos narcotizados...". Y la reflexión es: ¿tomar la calle? ¿para? Los señores del poder tienen muy claro que ellos mandan, y las manifestaciones indignadas les sirven para poco más que para cargar sus revólveres demagógicos y volver a empezar a dispararse unos a otros.

Además, las revoluciones están, digamos, un tanto... idealizadas. La revolución francesa transformó el mundo, sí, modernizó la democracia, trajo la separación de poderes. Pero rodaron cabezas. Claro, que para los demócratas de manual de hoy en día, serían las cabezas de los malos. La revolución cubana no fue más que un quítatetúpaponermeyo que ha roto el corazón a los cubanos lo mismo que cualquier otra dictadura, llámese Franco, Pinochet o como se quiera: miles de exiliados de su patria, presos de conciencia y ejecuciones arbitrarias de "elementos peligrosos". Aunque eso sí, sigue teniendo sus adeptos a ambos lados del charco. Pero bueno, Hitler también. Y de la revolución rusa prefiero no hablar, que me estoy alargando.

En cuanto a la revolución española, ha sido como casi todo lo que ocurre en España, de chiste. Tuvo lugar hace ahora siete años y fue más orquestada que espontánea. Aunque, desde luego, dio sus frutos. Cambió al Gobierno. Uno se pregunta todavía si a los que la instigaron con un trabajo tan intenso incluso en plena jornada de reflexión preelectoral habría que darles las gracias o un par de guantazos por liarla.

Porque el problema es precisamente ese: lanzarse a la calle tiene unas consecuencias que, por ejemplo, en el caso de los países árabes puede ser el nacimiento de regímenes radicales. Sin embargo, a los ciudadanos hartos de una dictadura les puede salir rentable la incertidumbre con tal de librarse de un tirano. Ya se preocuparán después del siguiente gobierno, contando además, con la, se supone, atenta mirada del resto de países (gobierne quien gobierne, en Libia seguirá habiendo petróleo...).

Pero, ¿en España? Por muy chunga que sea nuestra democracia, es democracia, y nadie debería aspirar a derribarla ¿Qué cambio va a haber? ¿Rajoy? ¿Rubalcaba? En el mejor de los casos, nos quedaremos como estamos. En el peor, aquellos que, desde medios de comunicación privilegiados, intentan inflamar a la opinión pública para que se cabree con unos u otros, provocará el nacimiento de una ideología radical como sucediera hace no tanto en Francia, Austria, Holanda o Suecia, y entonces sí que nos podemos dar por jodidos.

Y en el tercer caso, el de Antoñita la Fantástica, el de que aparezca una mente privilegiada que se ponga a currar y comience a solucionar problemas, durará lo que dure la capacidad de reacción de la oposición de turno. Pronto aparecerán de nuevo las voces políticas y periodísticas que hagan todo lo que esté en su poder para desacreditar tal labor, con un conveniente "eso ya lo hicimos nosotros antes", "eso es pan para hoy y hambre para mañana" o "hace cinco años afirmaba lo contrario de lo que hoy está haciendo". Porque para cualquiera de los dos bandos (sí, amigos, en este país, setenta y cinco años después, se vuelve a hablar de bandos como si no hubiera pasado nada) lo que haga o diga el otro vale concretamente una mierda coma cinco.

Así que, mientras no venga alguien con un mínimo de cordura que muestre un poco de sentido y sensibilidad, a la revolución le van a ir dando. Esperaremos a que pase el temporal, todos pasan, y mientras tanto, pan y circo. Y, si puede ser, trabajo remunerado.
You say you want a revolution
Well, you know
We all want to change the world
You tell me that it's evolution
Well, you know
We all want to change the world
But when you talk about destruction
Don't you know that you can count me out
Don't you know it's gonna be all right
Revolution. The Beatles.

jueves, 24 de marzo de 2011

Episodio 88: Bouazizi y el umbral del dolor

Hola, pacientes:
Dicen los médicos que cadea uno de nosotros tenemos un umbral del dolor, que indica cuánto podemos soportar sin sucumbir. Siguiendo esa teoría, el umbral del dolor de los fans de la película A Serbian film es muy alto, y el de algunos juristas, muy bajo. Ángel Sala, director del festival de cine de Sitges, ha sido imputado por un juez por haberla exhibido en su última edición. Es el último ejemplo del escándalo cinematográfico que en su momento protagonizaron La naranja mecánica, El último tango en París, La última tentación de Cristo o La delgada línea roja. Ah, no, perdón, esta última no fue escandalosa, sino simplemente horrorosa.

Parece ser que la cinta, que yo, ejerciendo mi derecho a no escandalizarme, no pienso ver en mi puñetera vida, incluye escenitas tales como la violación de un recién nacido. El director afirma que toda la peli, trufada, según los que la han visto, de gore y sexo bastante explícito y más bien poco amoroso, es una metáfora que pretende exorcizar la memoria de la reciente guerra de la mente de los serbios. Pues vale.

No creo que Sala salga muy perjudicado del caso, sinceramente. Directores de otros festivales, en algunos de los cuales también se ha mostrado la cinta sin que ningún tribunal haya tomado cartas en el asunto, se han puesto inmediatamente de su lado, y se pueden leer en los foros a muchos fans del cine extremo diciendo que tampoco es la cosa para tanto y tal. Lo que me parece preocupante es que a alguien, por muy traumatizado que esté o muy artista que se crea (de mi particular concepción del arte ya hablaremos otro día), se le haya pasado por la cabeza hacer algo así. Y lo que es más, que a alguien pueda llegar a gustarle algo así.

En los 70, la mencionada El último tango... comenzaba con una blasfemia, que el doblaje de la época se encargó de maquillar debidamente, muchos minutos antes de la famosa escena de la mantequilla, la cual, a tenor de sus propias palabras, estigmatizó de por vida a su protagonista, Maria Schneider, recientemente fallecida. Por esa misma época, el final de Chinatown, de Polanski, supuso un auténtico mazazo para la mentalidad de algunos, mientras los espectadores abandonaban los cines donde se proyectaba El exorcista vomitando y  Ruggiero Deodato, director de Holocausto caníbal, tuvo que declarar ante un tribunal que los asesinatos que se ven en ella no son reales en ningún caso. Hoy, todas esas películas nos parecen algo de lo más normalito. Pocos corazones sensibles quedan que se ofendan ante lo que hace treinta años era lo más horrible que se podía ver en el mundo.

Una de las razones por las que el ser humano ha logrado conquistar (y, de rebote, destrozar) el planeta que habita, es su capacidad de adaptación. Ha logrado acostumbrarse a casi todo. A vivir en parajes inhóspitos, helados, desérticos, húmedos, escarpados. A cazar para comer y a comer animales muertos, raíces del suelo y bichos. Simplemente, nos hemos acostumbrado a prácticamente cualquier cosa para lograr sobrevivir.

Y esa es, al mismo tiempo, una de nuestras mayores tragedias. Porque también nos hemos hecho a convivir con la enfermedad, con la miseria y con el odio de nuestros semejantes, con la tortura y el maltrato. Aparentemente, con el transcurrir de los años, ese umbral del dolor común e invisible ha ido elevándose para alejar de nosotros el sufrimiento. Decimos "¡madre mía!" mientras nos enteramos de las desgracias que ocurren en nuestro país y en los demás, pocos días antes de comenzar a hacer comentarios frívolos e incluso chistes al respecto. Hemos aprendido, sin prisa pero sin pausa, que no pasa nada si nos representan y dirigen personas corruptas, si nuestros niños ven en la tele a gente insultándose y aireando su vida sexual tranquilamente mientras meriendan y que en los cines se puede ver un género llamado "terror adolescente", destinado a púberes que disfrutan viendo asesinos en serie descuartizar a sus coetáneos. Pues vale.

¿Qué solución podemos dar a esa paulatina catatonia general antes de que desemboque en la muerte de nuestra sociedad? ¿Seguir así como si tal cosa? Puedo ser llamado retro, carca, pacato, mojigato o simplemente imbécil, pero no creo que vayamos por muy buen camino. Me parece insano y, por mucho que todos nos hagamos los duros y nos lamamos las heridas en privado, dudo que lleve a nada bueno si pensamos en las generaciones futuras. Como diría la difunta Maud Flanders: "Los niños, ¿es que nadie va a pensar en los niños?".

La metodología habitual histórica ha sido la censura de pensamiento, palabra y obra. Hasta hace no tanto lo que el poder tenía por impúdico era condenado a la clandestinidad y severamente castigado al salir a la luz. Véanse la ley seca estadounidense y las colas para ver películas eróticas en Perpignan, por no hablar de la invisibilidad de homosexuales (no, en Irán no hay gays, y en la España franquista tampoco los había, brotaron del suelo después) o madres solteras. Pero, aparte de que soterrar un problema no es acabar con él, si empezamos a censurar cosas tendríamos que comenzar, no por las películas, sino por los telediarios. Y entonces, ¿quién nos informaría? ¿Nuestros siempre imparciales y ecuánimes periodistas? No sirve. 

Lo único medianamente sensato que se me ocurre es la lógica, el sentido común, esa vocecita que trasciende nacionalidades, credos, ideologías y leyes y que nos dice que, simplemente, no debemos hacer algo porque no es bueno. Pero no todo el mundo la escucha, y además, esa vocecita parece tener tendencia a callarse cuando le llenan la boca de dinero. Mecachis, el negocio.

No os preocupéis, no os voy a dejar con el mal sabor de boca de no dar con una puerta a la esperanza. Afortunadamente, y al margen de lo que políticos y publicistas opinen, la gente quiere sobrevivir, pero no es tonta, y de vez en cuando surge del pueblo, así, en abstracto, un impulso para cambiar algo las cosas no originado por intereses partidistas o económicos. El ejemplo perfecto a este espíritu revolucionario que aún permanece escondido en el corazón humano podría ser la transformación que se está produciendo en algunos países árabes. Estos días se nos revuelve el estómago viendo a Gadafi autofelarse ante los medios mientras extermina a su propia población. Qué pena, ahora que llevábamos más de veinte años acostumbrados a él.... Aunque, si recordamos cómo se originó la primera de ellas, la de Túnez, fue cuando un joven de 27 años, Mohamed Bouazizi, se autoinmoló prendiéndose fuego para protestar por la situación...
¿Es ese el próximo escalón en nuestro umbral del dolor? Espero que no.

And we laugh and we drink,
and we teach ourselves not to think.
We never did get it right
since we got it so low.
So low. Ocean colour scene.

jueves, 10 de marzo de 2011

Episodio 87: Hola, Greg. Adiós, Kevin

Hola, nominaos:
La ceremonia de los Oscars de este año ha sido maravillosamente insustancial, lo que unido a que, de las candidatas a Mejor Película, sólo había visto Toy Story 3, ha provocado mi falta de interés para dedicar un episodio de este sainete a tal evento.
Pero como para sacar sustancia de algo lo único que hace falta es querer sacársela, allá vamos con un detalle interesante. Entre los nominados a, ehem, Mejor Mezcla de Sonido (?), estaba Greg P. Russell, un tipo que lleva en la profesión casi cuarenta años y ha sido nominado nada menos que catorce veces a la estatuilla dorada. Ganando un total de... ninguno. Supongo que lleva a sus últimas consecuencias la vieja frase que cada año esgrimen los actores de que lo importante es estar nominado. No he leído ninguna declaración al respecto de Russell, pero imagino que por ahí andará su filosofía.

Del que sí leí algo parecido en su momento fue de Kevin O'Connell, otro ingeniero de sonido (mami, qué será lo que tiene el gremio) que lleva una trayectoria parecida en los premios de Hollywood, sólo que él ha sido nominado veinte veces, con idéntico resultado que el de su colega. Incluso apareció en algún telediario acompañado de su esposa y encantado con sus nominaciones sin dar importancia al hueco que tiene en la vitrina desde hace más de dos décadas. Ya se sabe que a la prensa le encantan los antihéroes (y los no-héroes, por autocitarme, que siempre queda bien) y el sentido del humor del señor O'Connell encaja muy bien con el personaje que los informativos para esas noticias amables que ocupan los últimos minutos tras una hora de asesinatos, desastres naturales y fútbol.

Pero, cosas de la vida, la última candidatura de O'Connell fue hace tres años (por Transformers, ese peliculón), y poco o nada se ha vuelto a oír de él. Paradójico para alguien que trabaja en el mundo del sonido. Es una pena, pero en un mundo ultrarrápido como el nuestro, hasta los antihéroes anecdóticos son olvidados. De Russell, como digo, aún no se ha sabido mucho, pero si el año que viene alcanza su decimoquinta nominación, igual se anima a decir algo en calidad de perdedor de moda, por muy feo que suene el título. No sabemos si será tan comprensivo con la Academia como su compañero, pero de ello pueden depender sus quince minutos de fama si su suerte no cambia.

Se podría pensar que ha habido un relevo generacional o algo así, que O'Connell representa a la vieja escuela y Russell a la nueva. Pero da la casualidad de que ambos han trabajado juntos muchas veces. Es más, da la casualidad de que ambos han estado nominados juntos a una docena de Oscars. Una docena de nominaciones más de las que llevo (y llevaré) yo. Al menos tienen el consuelo de haber participado, y quién sabe si después de la ceremonia se van juntos a pillarse a celebrar su éxito/fracaso. Y lo mismo Kevin le cuenta a Greg cómo contestar preguntas absurdas sin descomponer la sonrisa.
Brindo por ello.

Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Antonio Machado.

sábado, 26 de febrero de 2011

Episodio 86: el yang

Hola, tristes peregrinos que pululáis vagando por el mundo:
Vamos con la segunda parte del experimento de las canciones. De nuevo, 13+1, por simetría, más que nada, y, de nuevo, con fines expiatorios o, simplemente, para liberar energía retenida. Una vez escuché en la radio a una oyente decir que cuando estaba triste se ponía las canciones más depresivas que conocía para acabar de soltar todo lo que le oprimía el pecho. En aquel momento me pareció una tontería, pero no tardé en comprobar que funciona.
Y no todo son canciones bonitas y alegres. En la vida hace falta una pizca de vinagre de vez en cuando, por mucho que me fastidie reconocerlo. Aquí tenéis una galería de los horrores particular, aunque pequeña y ligera, por supuesto, que empieza con una pesadilla y acaba con un sálvese quien pueda. ¡Disfrutad, pero no os avinagréis!

1. Pesadilla, de La oreja de Van Gogh (Dile al sol).
Le falta un poco más de guitarreo para mi gusto, pero la atmósfera creada a base de teclados es igual de chunga. Miedo, maldad, huir... muy poco propio de un grupo siempre acusado de matar diabéticos. "Dímelo tú, reina del mal, cuándo voy yo a despertar...". Llamadme moñas, pero la canción tiene la suficiente mala leche como para hacer fluir la adrenalina.
Una gran virtud: su maravillosa falta de cursilería.

2. Jenny was a friend of mine, de The Killers (Hot fuss).
Brandon Flowers y su pandi valen igual para un roto que para un descosido. En esta ocasión, como decía Gila, parece que alguien ha matado a alguien, al menos figuradamente. "No hay motivo para este crimen, Jenny era amiga mía...". No hay que dejarse engañar por el subidón de su última línea instrumental, esto no es un exitazo discotequero.
Una gran virtud: cuando piensas que se ha acabado, resulta que queda lo mejor.

3. Basketcase, de Green day (Dookie).
"Basketcase" es el término que usan los médicos para designar los casos desahuciados, y antes de que el trío californiano abandonase el punk para entonar himnos dolientes, tocaban canciones cabreadas como esta. "¿Estoy paranoico o simplemente colgado?". Eso sí, en el vídeo parecían pasárselo bastante bien en el psiquiátrico tomando pastillitas.
Una gran virtud: genial para tocar la guitarra sin tener ni idea con un cubatita en la mano.

4. Land of confusion, de Disturbed (Ten thousand fists).
Podría haber puesto la canción original, de Genesis, pero esta me parece más apropiada, porque tiene más ganas. Una llamada a la acción apoyada por un genial vídeo (está en Youtube) de Todd McFarlane, creador de Spawn. "Este es el mundo en el que vivimos, y estas son las manos de que disponemos, úsalas y vamos a intentar hacer de este un mundo en el que merezca la pena vivir...".
Una gran virtud: la cara que se les queda a los que se pasan el día riéndose del lila de Phil Collins cuando se enteran de que esta canción la cantó él primero.

5. Behind these hazel eyes, de Kelly Clarkson (Breakaway).
A estas alturas ya me da igual lo que me llaméis. Los oídos, más que pitarme, me sangran. Si en la primera lista había (al menos) una canción de amor, en esta  no podía faltar una canción de desengaño amoroso en toda regla, y esta podría pasar por una de hard rock ochentero del estilo de los primeros Bon Jovi. "Aquí estoy otra vez, rota en pedazos, no puedo negarlo, no puedo fingir...". Ay, qué triste es todo y tal...
Una gran virtud: que podría haber sido una balada empalagosa.

6. Can't repeat, de The Offspring (Greatest hits).
El paso del tiempo, otra de las grandes obsesiones del hombre. Por lo menos de este. Dexter Holland coge velocidad y afina sus agudos con un riff pegadizo de fondo, la especialidad de la banda. "El pasado se ríe, el futuro llora...". Estos chicos, siempre tan optimistas.
Una gran virtud: al contrario que los R.E.M. de la otra lista, Offspring tienen muchas como esta.

7. Darling, de Sons and daughters (This gift).
Si al hablar de Del Amitri no incluí en la lista de bandas procedentes de Glasgow a Sons and daughters es porque... no les conoce casi nadie. Una lástima, porque, como sucedía con el Here and now de aquellos, esta canción se merecía ser un éxito, aunque fuese un one hit wonder. Una interpretación libre podría invitar a purgar errores: "Retorcer el puñal, pagar por tus crímenes pasados...".
Una gran virtud: Un cierto aire lolailo.

8. Hard candy, de Counting crows (Hard candy).
¿Se nota que tengo querencia por ciertos grupos? En este tema, el señor Duritz se martillea la cabeza a base de recuerdos, no precisamente felices, claro. "Cuando despiertas, la mañana te cubre de luz y te hace sentir bien, pero sólo es otro caramelo, estás recordando otra vez...". A pesar de todo, el piano y la guitarra acústica de fondo le dan luminosidad a la canción.
Una gran virtud: Uhm... que me gusta mucho.

9. Zombie, de The Cranberries (No need to argue).

Aunque los gorgoritos de Dolores O'Riordan son un poco rallantes en esta canción en particular, su voz unida al guitarreo expresan bastante bien el hartazgo de una situación que "es el mismo tema desde 1916...", el terrorismo en su Irlanda de origen, para más señas. Un alegato contra la violencia que junta el desprecio por los que la provocan y el dolor de los que la sufren.

Una gran virtud: el contenido es tan bueno como el continente.

10. Time to pretend, de MGMT (Oracular spectacular).
Impregnada de la idea de vivir rápido, morir joven y dejar un cadáver bonito, los penúltimos niños mimados de la crítica moderna se despachan recorriendo sus excesos favoritos. "Tendremos hijos con modelos, nos divorciaremos, conoceremos otras modelos, todo debe seguir su curso...". Y todo sin dejar de bailar a su ritmo.
Una gran virtud: es imposible, o muy desaconsejable, tomársela en serio.

11. Otherside, de Red hot chili peppers.

Una de las grandes canciones de la pasada década. Parece que la cosa va de drogas, vaya usted a saber. La letra es difícilmente comprensible, pero parece un grito de desesperación que se nota sobre todo en los coros del guitarrista John Frusciante, que se acababa de desenganchar en aquella época. "Una vez que vas, no puedes volver. Tengo que asumirlo en el otro lado". Atención al vídeo expresionista, digno de verse.
Una gran virtud: la combinación de ritmos lentos y rápidos, y la prodigiosa instrumentación.

12. Bring me to life, de Evanescence (Fallen).
Más desesperación: "Haz que circule mi sangre, antes de que me derrumbe...". En principio, Bring me to life está llena de trampas: auspició el insufrible movimiento emo, aparece en la banda sonora de Daredevil (peliculón!) y la voz masculina tiene lo peor del metal "feo" de Slipknot o Marilyn Manson. Sin embargo, también nos dio a conocer a Amy Lee, y eso la redime...
Una gran virtud: es una canción de amor... a su manera.

13. Sálvese quien pueda, de Vetusta Morla (Un día en el mundo).
Todos tenemos muchas caras, y no todas hermosas. Por ejemplo, quién no ha tenido alguna vez un ataque de ego: "Puede ser que mañana esconda mi voz por hacerlo a mi manera, hay tanto idiota ahí fuera...". Sin embargo, al final, "sin vosotros, duele más".
Una gran virtud: El disco Un día en el mundo, cuasiperfecto.

La propina, canción número 14: Viva la vida, de Coldplay (Viva la vida or death and all his friends).
A ver... se llama Viva la vida, no tiene guitarras furiositas y es de los pesaos de Coldplay. ¿Qué hace esta canción en esta lista? Narrar la caída de un tirano, que ve cómo se le acaba lo bueno. "Oigo las campanas de Jerusalén repicar, y los coros de la caballería romana cantar...". Todo un himno al sanseacabó con campanas y arreglos de cuerda, perfecto para entonar estos días en algún país árabe.
Una gran virtud: podríamos hacérsela escuchar en bucle a unos cuantos políticos...

Espero que os haya gustado, interesado, picado la curiosidad o lo que sea. Si las reacciones son positivas, haré algúna recopilación más. Como en el anterior episodio, comento que las canciones son propiedad de sus respectivos autores y que no es mi intención apuntarme el mérito.
Chimpún.

domingo, 13 de febrero de 2011

Episodio 85: el ying

Hola, personas sonrientes:
Por fin llegó la hora del ying. O del yang, vete tú a saber. Esta es la primera lista de reproducción que me permito editar, y he preferido empezar por las canciones de buen rollo, temita positivo, optimista y tal. Son trece, con ánimo de darle la vuelta a los viejos tópicos, prejuicios y clichés, exorcizar los malos espíritus y mirar la vida con una perspectiva distinta. Bueno, y porque en algún momento había que parar, porque si me pongo a meter canciones no acabo jamás. Se pueden usar como una especie de manual de autoayuda para cuando caiga el chaparrón, como recopilatorio para echarse un bailecillo íntimo de esos que nos marcamos cuando nadie nos ve, o simplemente como ruido de fondo mientras fregamos los cacharros.
Siento haber tardado tanto y siento que haya que chamullar inglés para entenderlas. En cualquier caso, son fáciles de encontrar por Spotify o Youtube. Espero que os guste el invento. Allá va:

1. Saharabbey Road, de Vetusta Morla (Un día en el mundo).
Empezamos desde abajo: "Se lo llevó la tormenta y el tiempo...". Parece que estamos ante una canción triste, pero sólo hay que seguir escuchando para que poco a poco se convierta en un canto al optimismo y una celebración de la vida: "Con cada latido hoy celebra que nuestra historia continuará...".
Un pequeño defecto: Los de Tres Cantos están tardando en editar su segundo disco, y, siendo Un día en el mundo tan perfecto, ya me estoy temiendo que las expectativas no se cumplan.

2. Nine in the afternoon, de Panic! at the disco (Pretty. Odd).
Y a mí que esta canción me recuerda un poco a los Beatles... La canción es casi un entretenimiento, lleno de juegos de palabras y música festiva. "Son las nueve del mediodía y tus ojos tienen el tamaño de la luna...".
Un pequeño defecto: ¿Demasiado simplona?


3. Mr. Jones, de Counting Crows (August and everything after).
"El señor Jones y yo vamos a ser grandes estrellas...". Una rara avis en el repertorio de un grupo que no se suele caracterizar por canciones felices (y esta tampoco lo es al 100%, ya que no expresa más que deseos). Sin embargo, junto a Accidentally in love, de la banda sonora de Shrek 2, con la que casi ganan un Oscar, han demostrado que dejando a un lado la melancolía también se pueden escribir buenos temas, y además triunfar.
Un pequeño defecto: Siempre nos quedará la duda de saber quién es el señor Jones y si llegó a ser una estrella. Al menos, Counting Crows lo lograron.

4. I can do it without you, de Kaiser Chiefs (Yours truly, angry mob).
Podría haber elegido casi cualquier canción de su anterior disco, Employment, posiblemente el mejor disco de la pasada década (ya está, ya lo he dicho), pero me quedo con esta del segundo trabajo de la banda de Leeds porque es ideal para echar un bailecillo y pasarlo bien. "Puedo hacerlo sin ti, pero no quedaría muy bien...".
Un pequeño defecto: Que no esté en Employment.

5. Read my mind, de The Killers (Sam's town).
Otro segundo disco, otro cuarteto de Las Vegas (como Panic! at the disco), y otra maravillosa canción. Estupenda combinación entre teclado disco y guitarreo indie. Y, para los que odian las canciones con mensaje, esta no lo tiene. Al menos, no hay quien lo entienda. "A mí no me importa si a ti no te importa, porque yo no brillo si tú no brillas...".
Un pequeño defecto: La letra es tan críptica que hasta podría ser triste.

6. Unwritten, de Natasha Bedingfield (Unwritten).
Si la anterior canción preguntaba si puedes leer mi mente, esta comienza afirmando rotundamente que no. Siguiendo la filosofía del qué será, será, invita a vivir el presente con intensidad y tener esperanza en el futuro. "Empápate en palabras no pronunciadas, vive con los brazos abiertos, hoy es cuando empieza tu libro, el resto está sin escribir...".
Un pequeño defecto: Para ser redonda, le sobra un estribillo o le falta una estrofa.

7. Here and now, de Del Amitri (Twisted).
Llegamos a la mitad de nuestra lista con una peazo canción. Los 90 debieron de ser para Glasgow algo así como los 80 para Madrid, en cuanto a movida musical, digo. Texas abrieron fuego para dar paso a Belle & Sebastian, Travis, Teenage Fanclub... y Del Amitri, que no tienen el mismo éxito que los anteriores, pero también han puesto su granito de arena para impulsar a bandas posteriores de la urbe escocesa, como Franz Ferdinand y Glasvegas. Este, de 1995, es probablemente su tema más conocido, y en él hacen un despliegue de facultades músico-vocales. "No quiero perder el tiempo pensando en eso aquí y ahora, nada importa excepto lo que tenemos aquí y ahora...".
Un pequeño defecto: Que la canción no se convirtiera en un hitaco, como diría Florentino Fernández.

8. Elevation, de U2 (All that you can't leave behind).
Esos woohoos con guitarra de fondo son todo un chute de adrenalina en una canción que se mantiene arriba en todo momento salvo por una breve pausa para respirar hacia la mitad. Todo un detalle por su parte, señor Bono. "Me encuentro en el cielo, tú me haces sentir que vuelo muy alto...".
Un pequeño defecto: Los arreglos discotequeros, que, por mucho que el cuarteto irlandés se empeñe, no les quedan bien.

9. Imitation of life, de R.E.M. (Reveal).
Muy simple y directa. Si quieres triunfar en la vida, ya sabes, persevera, no te arredres y no muestres debilidades. "Esta tormenta, esta marea, esta avalancha no me dan miedo. Vamos, nadie puede verme llorar...".
Un pequeño defecto: Que el grupo tenga cierta tendencia a canciones menos luminosas.

10. Friday, I'm in love, de The Cure (Wish).
Si Mr. Jones o Imitation of life sorprenden un tanto, qué decir de esta canción, única en uno de los grupos más siniestros aparecidos en los 80. The Cure aparcan un poquito el gótico y le cantan al amor. Si no te gusta, al menos puede servirte para aprenderte los días de la semana en inglés. "No me importa si el lunes es triste, el martes es gris y el miércoles también. Jueves, no me importas. Es viernes, estoy enamorado...".
Un pequeño defecto: Pese a todo, Robert Smith sigue dando repelús.

11. Join with us, de The feeling (Join with us).
Para los que no conozcáis a The feeling, a un servidor le gusta definirlos como cuando Take that se fueron al pub y se pasaron con las cervezas. Al menos en su primer disco, Twelve stops and home, porque en este segundo se parecen más a... Take that. Apenas se salva este sencillo, una canción viva y energética donde las haya, que os puede sonar de un anuncio de coches. "El mundo está en tus manos, el mundo pertenece a aquellos que aún creen que se puede. E importa lo que haces, aunque los demás te miren por encima del hombro, porque es mejor salir de la nada a que nada salga de ti...".
Un pequeño defecto: Ehem... ¿"ring ring, bip bip"?

12. Sk8er Boi, de Avril Lavigne (Let go).
Otra canción completamente espídica ideal para botar como un loco. Ya sabéis, niñas y niños, las apariencias engañan... "Una pena que no vieras al hombre en que ese chico podía convertirse. Hay que mirar más allá, yo veo el alma que hay en el interior...".
Un pequeño defecto: Que para muchos, Lavigne no sea más que una mocosa que canta para mocosos.

13. Whatever, de Oasis.
Mucho antes de que los puñeteros hermanos Gallagher se enzarzaran en sus puñeteras peleas y empezaran a sacar discos ramplones, se dedicaban a componer himnos como este, al que ni le faltan ni le sobran punteos de guitarra ni arreglos de cuerda. "Cualquier cosa que hagas, cualquier cosa que digas, yo sé que está bien...".
Un pequeño defecto: Que la canción apareciese en un single aparte y no en el tremendo What's the story... morning glory, posiblemente el mejor disco de los 90 (ya está, ya lo he dicho).

Canción de propina número 14: por si hay supersticiosos o algo, que no es cuestión de que nadie se coja un disgusto por unas cancioncillas... Shiny happy people, de R.E.M. (Out of time).
Con la colaboración de su amiga Kate Pierson, vocalista de B-52's y un vídeo con coreografía al más puro estilo Aserejé (al loro con la gorrita que luce el señor Michael Stipe), es el prototipo de la canción que te hace sentir bien y te quita los problemas de la cabeza durante al menos tres minutos.
Un pequeño defecto: Tras su éxito, el grupo la aborreció, dejaron de tocarla en directo y no la incluyeron en su recopilatorio In time. Ya les vale.

Eso es to, eso es to, eso es todo, amigos. Volveré pronto (espero) con la segunda lista, la de las canciones malrolleras. Por si acaso, me permito añadir que todas las canciones y letras son propiedad de sus respectivos autores y tal.
¡Sed felices!

viernes, 4 de febrero de 2011

Episodio 84: Lo de Vigalondo

Hola, graciosos y graciosas:
Hoy tocaba la primera lista de canciones para un buen/mal momento, pero la actualidad me ha hecho aplazarla hasta mañana. Esto es un noticiario serio y tal, y la ida de olla de Nacho Vigalondo requiere de mi innecesaria y no solicitada opinión.

¿Conocéis la leyenda urbana de los dos amigos que empiezan a hacer el tonto dándose empujoncitos y acaban en el hospital tras darse una soberana paliza mutuamente? Pues eso es más o menos lo que ha pasado. Una broma inocente se va de las manos y acaba mal. Vigalondo iba pedo, o al menos de eso avisó, y, probablemente desoyendo algún mensaje directo de algún amigo que le dijo que tuviera cuidao, el director se lanzó a la vorágine.

No era la primera vez. Hace unos meses, se puso a soltar chorradas con la etiqueta de #nomejodasfacts, inundándonos la pantalla a sus 50.000 seguidores de una forma bastante puñetera, porque no podíamos ni leer el resto de tweets. Cuando le pedimos que parase, incluso bajo amenaza de unfollow, se limitó a retwitear nuestros lamentos y a seguir con lo suyo.

En aquel momento no cumplí mi amenaza y continué siguiéndole, pero lo del otro día fue demasiado para mí. Tengo una tolerancia muy baja a la vergüenza ajena, y la forma de hacer el ridículo del señor Vigalondo me pareció... eso, demasiado.

A ver, si un humorista suelta un chiste de mal gusto en mitad de una actuación, sus fans se reirán, comprendiendo que es sólo un chiste sobre un tema espinoso. Chistes macabros ha habido toda la vida, ¿o acaso alguien no se sabe alguno (algunas docenas) de mariquitas, de negros, de muertos, machistas, sobre ETA, sobre el 11-S...? Hay una cierta corriente ideológica que, disfrazada de respeto al prójimo, los ha condenado al ostracismo como si fueran el peor de los pecados contra el mundo. Aproximadamente la misma corriente que prohibe fumar pero no el tabaco. Pero esos chistes siguen existiendo, y, en el fondo de nuestra oscura alma, nos siguen haciendo gracia. A Vigalondo no le han faltado apoyos de amiguetes y colegas, que, después de la que se ha montado en la red, se han volcado a defenderle, como si le hiciese falta... Amiguetes y colegas que entendieron el primer chiste y a los que todo lo que sucedió después, aparenetmente, les da igual.

Volvamos al humorista. Sus no fans, los que no le conocen bien o están ahí por casualidad, no entenderán el chiste. Es probable que se sientan ofendidos y hagan algún comentario despectivo o abucheen al cómico, lo suficientemente alto como para que este lo oiga. Otros, directamente, se irán de la sala. Bien, en esa tesitura, ¿qué hace el cómico?

Desde luego, si lo que quiere es continuar su actuación con éxito, no sigue por el mismo camino. Prueba con otro tipo de chistes, cambia de tema, reconduce el asunto. Desde luego, no suelta otra retahíla de gracietas del mismo calibre y, desde luego, no llama gilipollas a los espectadores que le han increpado. Se ve que al señor le sobran seguidores. Si lo hace, sólo se me ocurre una razón: por supuesto, sus fans, y de rebote, el resto del universo, le dan igual. Y quiere que se hable de él a toda costa. Pues le ha salido bien. Desde el día de autos, ha hinchado su cuenta de seguidores en casi 5.000 personas que supondrán que se dedica a liarla todos los días. Igual tienen que esperar un par de semanas.

¿Soy yo uno de esos espectadores ofendidos que se lían a insultar al humorista u abandonan el local escandalizados? No. ¿Me parece Nacho Vigalondo un antisemita o un revisionista? No. No he abandonado el twitter de Vigalondo por racista, sino por ególatra, arrogante, sobrao y pesado. ¿Por qué?

Porque tras soltar la tontería del holocausto, que no fue más que eso, una tontería, recibió una sonora pita de la afición, y, por qué no admitirlo, también alguna palmadita en la espalda. Y claro, con tanta atención, se envalentonó. Y dejó de ser un humorista más o menos gracioso para convertirse en un tocapelotas. Spielberg, Ana Frank... hasta probó con Kennedy, pero en este mundo, Kennedy ya no le importa a nadie excepto a Oliver Stone, y, desde que se hizo amigo de Fidel Castro, puede que ni a él. Como la vía irlandesa falló, siguió con la judía, que provocaba más. Otra cosa que no aguanto del personal: la provocación. No me van los artistas que necesitan montar el numerito para que les hagan caso, y menos si lo hacen de forma hiriente. Aunque, ¿hay otra forma de provocar? En fin, el autor publicó en su blog un par de días después su versión del asunto. Lamentablemente, se limitó a justificarse. Todo muy correcto, con enlaces a blogs, a webs, con frases sobre la libertad de expresión y todo lo que ya nos sabemos. Pero ni rastro de examen de conciencia.

El pueblo ha reaccionado de muchas formas. Hay muchos que se han saltado la reflexión sobre el asunto y se han lanzado a insultarle directamente como si fuera el mismísimo Hitler. Incluso hay un tipejo/a que, directamente, le ha amenazado públicamente. Está todo en Twitter, yo no me invento nada. Se han oído comentarios sobre el regreso de la censura, sobre la mierda de país en la que vivimos, porque cosas como estas sólo pasan en España, (¿verdad, Ricky Gervais?), y alguno que otro se ha apresurado a apoyarle aludiendo a lo estúpida que es la sociedad en la que vivimos, que no entiende los chistes, en un tono que apesta a sinopiensaslomismoqueyoeresgilipollas. Naturalmente, también hay gente un poco moderada que ha intentado quitarle hierro al tema. A mí, en concreto, me gustaría resumirlo más rápidamente que todo eso: si bastantes personas a la vez te dicen que estás haciendo algo mal... deja de hacerlo. Por muy encantado de conocerte que estés.

Siempre se podrá decir que lo hizo porque se lo pidió el cuerpo, porque le dio la gana y punto, y no para agradar o desagradar a nadie. Pero lo hizo en Twitter, no en su casa ni en su círculo de íntimos, y cuando uno hace algo delante de tanta gente, y gente en su mayoría desconocida, incluso si esa gente le trae sin cuidado, debe tener cuidadín, que las carga el diablo.

¿Y El País? Puede haber sido el gran perjudicado del asunto. Porque, al final, a Nacho Vigalondo todo esto le da exactamente lo mismo. Acaba de terminar peli nueva, así que, ¡venga publicidad! Echándole (bueno, o casi), el periódico ha cometido el error de dejar claro que lo único que le importa es vender. También ha puesto de manifiesto que su supuesto papel de adalid de las libertades y del progreso no es más que palabrería. Oh, sorpresa. La etiqueta #humorelpais circula por Twitter con chistes sin la más mínima gracia (como los que nos ocupan) como crítica al diario. Haciendo caso a análisis superficiales, como en los mejores días de La razón o Público, este ha huido del escándalo como de la peste y ha dejado de publicar el blog del director, el cual, por cierto, en su último post, pedía por fin disculpas. Hubieras empezado por ahí, Nacho...

viernes, 28 de enero de 2011

Episodio 83: El ying y el yang, próximamente

Hola, budistas y budistos:
Todo el mundo tiene un lado oscuro, según parece. Excepto yo, que tengo un lado claro. Y lo que está claro (como mi lado) es que todos tenemos días buenos y días malos, y tanto para unos como para otros, necesitamos compañía en el viaje. Yo, que soy un tanto cerrado, he elegido la música como compañera para liberar euforia o mala leche, según el momento. No se me da bien abrir mi corazón y tal. Sí, soy un niño malo, lo siento.

Hace poco he leído en la revista Rolling Stone un reportaje dedicado a la playlist (o sea, lista de canciones) ideal para una serie de glorias de la música. Huelga decir que no conocía ni el 25% de las canciones, a pesar de que alguna de las listas estaba íntegramente dedicada a los Beatles, por ejemplo. Es que a las glorias de la música les gustan las canciones raras... Después, leí en Cosas que contar, blog que recomiendo encarecidamente desde aquí (http://www.cosasquecontar.com/) la lista de los 15 mejores discos de esta década que se nos ha ido para uno de los ínclitos autores del mismo. Huelga decir que no había oído hablar de ninguno de los cantantes/grupos que en dicha lista se mencionan. Miento, había oído en algún sitio recomendar al grupo islandés Sigur Rös. Y ya.

El caso es que, como yo, culo veo, culo quiero, he decidido publicar aquí mi propia lista de canciones. Dos, para ser exactos. Una lista de canciones para momentos de mal rollo y otra para momentos de buen rollo. Mi ying y yang particulares, vamos, aunque no sé cuál es cuál exactamente. Pero eso no va a ser hoy, así que tendréis que seguir atentos/as a esta serie.
Anda, que os va a gustar...
Ah, como esto no es más que un cebo, y como además la cosa va de música, hoy no pongo canción. Yo soy así...

martes, 18 de enero de 2011

Episodio 82: Dinero con tostadas

Hola, empresarios de la vida:
Hace poco he visto la película sudafricana Tsotsi, ganadora del Oscar a la Mejor Película de habla no inglesa en 2005. Es una película cruda y realista, con todo lo bueno y lo malo que tienen las películas crudas y realistas. Por un lado, te toca, te cala la visión de la pobreza y la crueldad en la que viven muchas personas en el mundo; por otro, tras años viendo películas crudas y realistas tiene uno la sensación de que todas las historias crudas y realistas son, en realidad, la misma, y tras años viendo telediarios asiduamente, cada vez tiene uno la piel más dura. Después de verla me apresuré a buscar qué ha hecho últimamente su director, Gavin Hood, y cuál fue mi sorpresa al comprobar que es el director de... Lobezno. Inmediatamente (atención, aquí es donde me sobro), vi paralelismos en la oscuridad de sus escenas y la abundancia de conversaciones tête à tête de ambas, y luego, un aterrardor pensamiento me vino a la cabeza: "otro al que han comprado".

Hollywood y su maquinaria engrasada con dólares ha vuelto a darle un buen puñado de pasta a un director de corte independiente y más artístico que comercial para que haga uno de sus productos palomiteros, en un intento de aportarle al mismo tiempo calidad y prestigio. Dice un refrán (y una canción de Los burros) que cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. El equivalente aquí sería "cuando el gran presupuesto entra a espuertas, la inspiración se escapa por la taquilla". Vaya por delante que Lobezno me parece una película entretenida y no salí avergonzado del cine tras pagar por verla, pero a mi yo snob le da cierta cosa que algunos cineastas se presten a hacer ciertas películas. También ignoro si el sueño de Hood era que la ciudad del oropel le mandase una invitación y un cheque en blanco para cambiar de tercio, y, en cualquier caso, me parece legítimo que cualquier director se dedique a hacer las películas que mejor le paguen o las que le dé la gana.

Al menos, mientras dichas pelis tengan cierta sustancia, cierta alma. Ha habido ilustres directores que han dado el salto a la meca del cine y se la han pegado por diversas razones: o bien sus pelis hollywoodienses no dieron la talla o bien ellos mismos se sintieron mal haciendo lo que la industria les exigía en lugar de lo que les pedía el cuerpo. Ejemplos: la versión de Psicosis de Gus van Sant, Los crímenes de Oxford de Álex de la Iglesia o Farenheit 451 de Truffaut. Les faltaba chicha, no se reconocía a sus autores, aburrían a las ovejas... no acabaron de encajar, en fin. Como en todo lo demás, encontrar un equilibrio es complicado, y supongo que es labor de ambas partes, director talentoso y productor adinerado, llegar a un punto en el que ambos se sientan satisfechos. Cuando eso no ocurre, el público tampoco suele apostar muy fuerte por la película en cuestión, tanto si se trata de una audiencia poco exquisita que busca entretenerse como si tiene el morro más afilado y le va la profundidad.

En el film Ejecución inminente, uno de los mejores de Clint Eastwood en mi molestísima opinión, aparece un mendigo que no deja de dar la tabarra a los viandantes: "Dame dinero con tostadas, tío, tú tienes dinero con tostadas...". Me parece una buena metáfora para el caso. Hollywood sería, naturalmente, el dinero, y el director en cuestión aportaría las tostadas. Y lo importante, no nos engañemos, lo que alimenta al fin y al cabo, no es el dinero, sino las tostadas. Que se lo digan al Walter Salles de Estación central de Brasil que ha acabado haciendo la versión yanqui de Dark water o al Wolfgang Petersen de El submarino cuando se metió en el fregao de hacer Poseidón. El último caso conocido es el del muy apreciado por la crítica Michel Gondry, que se ha apresurado a admitir que The Green Hornet no es exactamente el tipo de obra que le suele gustar hacer. Pero ahí está...

Por su puesto, el tema no es exclusivo de directores. También los actores, si cabe con mayor asiduidad, pican. Y si no, ¿qué hacía John Malkovich interpretando al villano de Johnny English? Y si nos salimos del mundo del espectáculo, se puede aplicar de la misma forma. Para no extenderme: que las cosas no se hacen solo por dinero, vamos, que hay que darles un poco de arte. Y si nos ponemos a hablar de los políticos... no, mejor no, que me conozco.
Me voy, que me ha entrado hambre y no sé si comerme un bocadillo o ir a ver X-men*.

She's never gonna be like the one before

She read it in her stars that there's something more
No matter what it takes and even though she breaks
She'll be the Queen of Hollywood.
The Corrs. Queen of Hollywood.

*Por supuesto la peli escogida no es inocente. Bryan Singer triunfó con la maravillosa Sospechosos habituales y luego dio la talla con esta adaptación de Marvel y su secuela. Justo después, la cagó con la de Superman...

sábado, 8 de enero de 2011

Episodio 81: La madre que la parió

Hola, espectadores como yo:
El pasado día de los inocentes llegó a su fin la emisión del canal CNN+, que dejó su espacio a una nueva cadena dedicada a Gran Hermano las 24 horas del día. Asuntos económicos aparte (fusión Telecinco-Cuatro, paulatino desmoronamiento de PRISA, rentabilidad publicitaria, etc.), el mensaje que nos queda es la sustitución de una cadena de noticias por una de pelo-grasiento-con-caspa-seborreica, y otra maniobra desesperada por lograr audiencia en los "otros" canales de la TDT.

Cuando esta nueva forma de ver la televisión estaba aún en ciernes, no se escatimaron mensajes de  buen rollo sobre la calidad de imagen y sonido, la enorme cantidad y variedad de canales gratuitos que todos podríamos disfrutar y cómo iba a haber contenidos mejores y para todos los gustos. Y, de hecho, durante el tiempo en que la señal digital y la analógica convivieron, parecía que iba a ser así. Varios años después, con todos antenizados, el cuento ha cambiado, cómo no.

Un panorama casi idílico de canales con profusión de documentales (la primera Veo TV), música (Fly Music) e incluso redifusión de programas míticos de TVE (TVE Nostalgía) junto a los canales ya conocidos se fue transformando en un batiburrillo de canales políticos, otros rebotados de la televisión por satélite (un Disney Channel que nos trajo a Hannah Montana y los Jonas Brothers, jamás sabremos cómo agradecerlo...) e infinidad de emisiones repetidas de otras repeticiones. Quién nos iba a decir que un día podríamos encadenar los vejos episodios de El príncipe de Bel Air con los de Cosas de casa, Padres forzosos, Los problemas crecen y Los Simpson, todo ello sin tener que apagar nuestro receptor... Al menos, es cierto, tenemos la suerte de ver joyas como Vaya semanita sin tener que acudir a Youtube.

Eso sí, qué bien se ve, ¿no? Al menos hasta que llueve o sopla el viento fuerte y la pantalla se ennegrece para dar lugar al bonito letrero  "Sin señal de antena". O mejor aún, la pantalla pixela y cada cambio de plano es como un pase de diapositivas distorsionado. La señal analógica no se veía ni se oía tan maravillosamente, pero, incluso si la recepción de un canal era mala, aún te enterabas de algo. Ahora, como el bicho diga que no, se puede dar el programa por perdido.

Sobre la variedad de contenidos gratuitos casi es mejor no hablar, pero lo haré, por quedarme a gusto y porque para eso escribo este blog: ya tengo sintonizados en mi tele cuatro canales codificados y tres canales de teletienda, y eso porque uno ha desaparecido... La amplísima diversidad de programación nos permite ver en un canal el programa o película que justo el día de antes han emitido en "el canal madre", y también nos permite ver el mismo anuncio simultáneamente hasta en cuatro canales diferentes, verbigracia, para que nadie me acuse de tirar la piedra y esconder la mano: Antena 3, Neox, Nova y Veo7. Supongo que también en Nitro, pero no lo sé porque a mi antena aún no llega su señal, como la de Marca TV (qué gran placer tener que tragarme el Mundobasket en una tele de 3', y gracias a que tiene antena propia) y la de La Sexta 2 y 3. La MTV sí que se ve, pero yo creo que funciona mal también, porque la última vez que la vi, en los 90, ponían vídeos musicales...

Pero aún así, yo estoy tranquilo, porque veo los amenísimos debates de Intereconomía, la reposición en Neox de los episodios de Dos hombres y medio que ya vi el año pasado en la 2 y Gran Hermano en tres canales diferentes. Ah, y puedo escuchar la radio en la tele, algo que jamás soñé. Y que jamás me ha apetecido, por otra parte. Para escuchar la radio ya tengo el móvil, el mp3... y la radio.

Que no, que no me gusta la TDT. Y no es que tenga nada en contra de la variedad de canales gratuitos con contenidos para todos los públicos. Es que a esta TDT ya no la conoce ni la madre que la parió.

Ay, cómo hemos cambiado, qué lejos ha quedado aquella amistad...
Cómo hemos cambiado. Presuntos implicados.