sábado, 23 de octubre de 2010

Episodio 77: Y después, ¿qué?

Hola, campeones:
Ayer mismo tuvo lugar la entrega de los Premios Príncipe de Asturias en el Teatro Campoamor de Oviedo. De los galardonados de este año, entre los que se encontraban la ONG Manos Unidas o el escritor libanés Amin Maalouf, a nadie se le escapa que los mejor recibidos fueron los integrantes de la selección española de fútbol, a los que se le concedió el premio en la categoría de deportes. Muy bien representada por diez jugadores, además del presidente de la Federación y los dos seleccionadores que han conseguido los máximos logros en la historia del equipo, la Eurocopa de 2006 y el último Mundial, la selección fue aclamada por una gran cantidad de fans en la puerta del teatro. El resto de ganadores puede haber perdido protagonismo ante tanta pasión futbolera, pero así es el deporte y así es la celebridad (no olvidemos que otros años sólo se habló de Woody Allen, Almodóvar o Bob Dylan).

Podríamos decir que este es el último (de momento) logro del deporte español, que vive su época dorada. Con Nadal en la cima del ranking ATP, Gasol a punto de afrontar la caza de su tercer anillo de la NBA, Alonso soñando con su tercer Mundial de F1, y Jorge Lorenzo y Tony Elías que aún celebran el Campeonato de motociclismo en GP y Moto 2 mientras Marc Márquez está a punto de hacer lo propio en 125cc, poco más se puede pedir. El ciclista José Antonio Hermida, tras ganar hace un par de meses el Mundial de cross-country, acuñó la frase "Soy español, ¿a qué quieres que te gane?". Una sobrada con todas las de la ley, pero si hay un momento para sobrarse, es ahora.

El tema, sin embargo, es que, aparte de los méritos deportivos, la generación actual de deportistas españoles, a la que podríamos sumar otros muchos nombres, como los de Marta Domínguez, Gemma Mengual, Rafa Muñoz, Chema Martínez o, mientras no se demuestre lo contrario, Alberto Contador, destaca por algo más que por ser los mejores: su personalidad. A la estela de ejemplos como Induráin, Abel Antón o Álex Corretja, se han convertido en un reflejo social, con sus más y sus menos, y, como ha puesto de manifiesto el jurado de los Príncipe de Asturias, han conseguido sus victorias poniendo de manifiesto valores como el trabajo duro, la solidaridad, el juego limpio, el compañerismo y la humildad.

Insisto, con sus más y sus menos (véase duelo Lorenzo-Pedrosa, por ejemplo), los campeones españoles hacen gala de una naturalidad muy poco de moda, y eso incluye meterle un morreo a tu novia delante de las cámaras si te lo pide el cuerpo. El jueves, en una entrevista para el programa "El partido de las doce", el barcelonista Xavi Hernández, el mismo que en el 2006 soltó en la Plaza de Colón de Madrid un "¡Viva España!" sin despeinarse, volvió a desmarcarse por enésima vez del conflicto político España-Cataluña que medios y charlatanes parlamentarios se empeñan en imponer.En términos parecidos se ha posicionado Pau Gasol también demasiadas veces por exigencias de periodistas que buscan el sensacionalismo innecesario. Ricky Rubio, acribillado a preguntas sobre su futuro en la NBA con el pretexto de su vigésimo cumpleaños esta semana, ha repetido que poco a poco, que él está centrado en este año, y no tiene intención de volverse loco. Ellos van a lo suyo, que básicamente es ganar, y punto.

¿Y la pregunta del título del episodio de hoy? Pues se debe, amigos, a que en medio de tanta celebración a uno (a mí) le recorre por la espina dorsal un escalofrío al pensar qué va a pasar cuándo todos estos se retiren. El propio Jorge Lorenzo declaró la semana pasada a Marca que es consciente de que las victorias contribuyen a aliviar las penas de los ciudadanos, y no era la primera vez que leía tales palabras a un deportista de élite. Obvio. De momento, todo va bien, pero, ¿vendrá después una generación similar, no en resultados, que al final es lo de menos, sino en actitud? ¿Qué va a ser de nosotros, pobres españolitos (o españolitos con hecho diferencial, que tampoco quiero yo ofender)? ¿Volveremos a quedar a merced de periodistas sectarios y politicastros enchulecidos? ¿Tendremos alguna alternativa en la tele vespertina a telefilmes baratos, culebrones, tertulias enloquecidas y destripamientos varios? Miedo me da pensarlo.

El Príncipe Felipe habló en su discurso de cosas como buscar la moderación y la ética contra excesos y abusos, de recuperar el impulso y la ilusión, de confianza y de falta de complejos. En absoluto dudo que estas cualidades falten a la mayoría de la gente de este país, pero esa palabra tan manejada, la retroalimentación, es necesaria. Y a falta de otros espejos en los que mirarse, ya que los gobernantes virtuales y potenciales han demostrado más que de sobra no ser ese espejo (¿eh, señor alcalde de Valladolid?), es posible que haya que volver la mirada hacia otro sitio. ¿La tele?, ¿la play? ¡No! ¡No me prestáis atención, eh! El deporte, hombre, el deporte. Y si no te gusta el deporte da igual, no se trata de eso. Como dije hace unas líneas, lo importante es la actitud. Ahora resulta que un mundo tan desacreditado tradicionalmente por la política, ninguneado por la izquierda por ser demasiado poco intelectual y utilizado por la derecha para la conveniente manipulación de las masas, le atiza en los morros con una lección de comportamiento cívico e incluso de rentabilidad personal y económica. Y yo que me alegro.

Así que ya sabéis, vosotros que tenéis retoños que son, quieran o no, el futuro de España, ya podéis ponerles un balón en los pies o una raqueta en las manos, que a lo mejor, además de retiraros, resulta que dan con un entrenador que les mete en la cabeza que no todo es dinero y autógrafos, que tienen que respetar incluso al rival y pensar antes de decir tonterías ante un micrófono. Y los que no tenemos retoños, ya sabemos: Juan Carlos Navarro, bien; Maximino Martínez*, mal.
España camisa blanca de mi esperanza

aquí me tienes nadie me manda
quererte tanto me cuesta nada.
Nos haces siempre a tu imagen y semejanza
lo bueno y malo que hay en tu estampa
de peregrina a ningún lugar.
Ana Belén. España, camisa blanca de mi esperanza.

*Maximino Martínez es el presidente de la Federación Asturiana de fútbol. Buscadlo en Google y veréis lo que ha dicho, el muy simpático de él...

jueves, 14 de octubre de 2010

Episodio 76: Se financian milagros

Hola, compañeros de fatigas:
Perdón por la tardanza, he estado entretenido... Hoy me gustaría dedicar el episodio de vuestro folletín favorito a reflexionar un instante sobre el milagro que ha tenido lugar recientemente y del que el mundo entero ha sido testigo: la liberación de los 33 mineros chilenos de la mina San José tras sesenta y nueve días atrapados, gracias al despliegue realizado por el Gobierno del país andino, que ha recurrido a la NASA y que no ha escatimado esfuerzos humanos ni medios materiales para que lo que parecía imposible dejase de serlo. Pensémoslo un segundo en silencio...

Bien, gracias. Ahora veamos: todo ese gasto, ¿quién lo paga? Eh, eh, esperad, no os vayáis enfadados. No es que yo ponga los intereses económicos por encima de la vida de un grupo de trabajadores. Simplemente, es lo que se preguntaba hoy buena parte de la prensa. Sí, amigos, es el... ¡negocio! Porque después de las imágenes emocionantes, de la unión de un país entero, de que la Madre Tierra diese a luz a treinta y tres seres humanos que han vuelto a nacer, de la solidaridad, el amor y las lágrimas, detrás, digo, siempre está el dinero.

Qué putada, ¿no? Pues sí, pero así nos lo hemos montado. Se me ocurren varias formas de costear el rescate: se puede sacar de los fondos estatales reservados para jñerltlvndng (uy, qué dedos más tontos...), convertir el lugar en un parque temático o aprovechar el tirón publicitario para recordar a los muchimillonarios del lugar que una vez tuvieron corazón. Lo que sea menos cargar el montante al bolsillo de los chilenos que hoy respiran aliviados. Parece la solución más fácil, pero le quitaría encanto al tema, la verdad.

Es una lección durita, pero que todos hemos tenido que aprender antes o después, me temo. No importa cuáles sean nuestros sueños o utopías, se pueden realizar si nos esforzamos al máximo, sabemos sufrir, si tenemos paciencia y, por supuesto, si nos los podemos permitír. Tampoco importa que por nuestros deseos e ilusiones tengamos que pagar un precio en forma de desgaste emocional, decepción, desesperación o directamente trasvase al lado oscuro. Al final, la realidad se presentará en nuestra puerta en forma de factura. Y, a no ser que nuestros deseos e ilusiones consistan en ser millonarios, las facturas siempre duelen.

La aventura de los mineros de San José nos da un gran ejemplo, amigos: si tenéis un sueño enterrado, no lo matéis. Sacadlo a la superficie, alimentadlo, tened fe, no cejéis en el empeño jamás. Y encontrad un socio capitalista.
Besos y abrazos, todos ellos gratuitos.
I'll buy you a diamond ring my friend if it makes you feel alright.
I'll get you anything my friend if it makes you feel alright.
'Cause I don't care too much for money, money can't buy me love.
Can't buy me love. The Beatles.