viernes, 3 de abril de 2009

Episodio 17: La raqueta de Federer

Buenas noches, colosos y titanes:

Roger Federer acaba de perder su partido contra Novak Djokovic en semis del torneo de Miami. Nada raro: todos los deportistas pierden alguna vez, sobre todo si sus rivales están parejos en calidad. También le pasó ayer a Nadal ante del Potro. Lo destacable es el gesto del tenista suizo tras perder un punto en el tercer set. Ha estrellado la raqueta contra el suelo, y ésta ha quedado hecha un ocho. Al verlo, he recordado inmediatamente al propio Federer el día que perdió la final del Open de Australia, precisamente contra Nadal, llorando.
No es tan frecuente ver a deportistas de élite mostrarse débiles, frustrados o vulnerables. Parte de su encanto, de la admiración y locura que arrastran tras de sí consiste en aparecer regios, intocables e impolutos en la victoria e impasibles y gélidamente educados en la derrota. Los atletas, igual que otros personajes públicos como las estrellas de cine, tienden a comportarse como si vivieran en un universo paralelo, casi siempre inaccesibles y actuando como si el mundo que les rodea fuese una circunstancia necesaria para su subsistencia a la que no prestan demasiada atención. ¿A que recordáis las victorias de Induráin casi sin sudar, la superioridad de Bolt sabiéndose campeón veinte metros antes, o los saltos de Jordan? Les falta el letrero de "Fácil, demasiado fácil". Por eso, detalles como el de Federer nos recuerdan que también son humanos, como todo el mundo, sólo que con bastante más dinero en el banco, desde luego.
Estos mismos personajes suelen regalarnos de vez en cuando otro tipo de "toques humanos", pero son toques humanos propios de las estrellas, como las esperpénticas celebraciones de gol de algunos futbolistas, los mamporros a fotógrafos de divos díscolos y las sanciones por dopping y/o visitas a clínicas de desintoxicación de todo tipo de adicciones. Y alguna cosa premeditadamente calculada, como las fotos en eventos benéficos de todo tipo, sin desmerecer a tales eventos. Eso no es más que el lado feo de la fama, ya que dudo mucho que la mayoría de ellos se comportase de la misma forma sin tantos ojos encima. Lo interesante es ver a estos dioses humanizados (o humanos divinizados, como gustéis) en pleno ataque de normalidad, cuando de verdad se olvidan de que el mundo entero sabe qué coche conducen, qué ropa usan y qué cerveza beben: los porretes de Phelps, las argucias infantiloides de Hamilton, incluso las tonterías de Papaloukas al ganar me ponen una sonrisa en la boca y me ayudan a considerar el mundo desde otra perspectiva.
Y como ser humano anónimo, con defectos y virtudes, con una francamente poco divina vida, reconforta sentirse de la misma raza que aquellos que parecen ser perfectos, insuperables en todo. Por eso, señor Federer, gracias por cargarse su raqueta.
¡Brindo por vosotr@s!

Now the years are rolling by me, they are rockin' even me
I am older than I once was, and younger than Ill be, thats not unusual.
No it isn't strange, after changes upon changes, we are more or less the same.
After changes we are more or less the same.


The boxer. Simon and Garfunkel.

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