jueves, 6 de agosto de 2009

Episodio 38: Amarillo por fuera y negro por dentro, ¿qué es?

¡Qué pasa, pringa@s!
Los Simpson. Estaba fácil, ¿no? Hoy en el diario El mundo aparecía la noticia: Antena 3 reemite la serie desde el primer episodio por vigesimotercera vez. Igual es una errata y es decimotercera, pero no está nada mal, de todas formas. Es un buen pretexto para dedicar un episodio a la familia de Springfield, estado de... Estados Unidos.

¿Qué tiene la serie que, a pesar de las insistentes repeticiones, sigue figurando día tras día entre los programas más vistos del día anterior? ¿Que es la mejor serie de media hora de la historia de la televisión, tal vez? Sí, es una opinión un pelín sesgada, pero es la única que tengo. Que, gracias al maravillosamente inapropiado horario en que se emite, los niños la adoren también debe de influir, digo yo. Porque si algo es Los Simpson, gusten o no, es una serie para adultos. Para adultos que conservan a su niño interior, desde luego, o para adultos idiotas, si queréis, pero adultos al fin y al cabo. A los niños les hace gracia la transgresión de Bart, que siempre se salga con la suya y que los adultos, en especial su padre, queden generalmente como tonticos. Pero dudo que capten la sutil ironía con la que despedaza la sociedad norteamericana en particular y la occidental en general. Claro, que muchos políticos, yanquis y no yanquis, tampoco. El carácter de los personajes y sus peripecias por países como Brasil o Japón, donde no dejaron títere con cabeza, han provocado alguna que otra polémica sin importancia... (cof, cof).

La serie, como otras muchas cosas buenas de este mundo, nació casi por casualidad. Necesitaban unos sketches animados para el Show de Tracy Ullman, allá en los lejanos 80, y Matt Groening, creador de la tira Life in Hell (vida en el infierno, al tipo ya le iba la marcha en aquella época) se apresuró a dibujar unos monigotes en un papel de color amarillo a los que dio el nombre de los miembros de su familia. Y de ahí a una serie propia de 21 temporadas y contando, una peli , titulares de todos los colores y nosecuántos premios ganados. Ah, y unos cuantos dolarillos sin importancia por las ventas de todo tipo de productos que los fans se apresuran a adquirir. Yo sólo tengo los dvd's, que quede claro. Bueno, y un poster gigante. Y un par de muñequitos del Kinder Sorpresa. Y unos imanes para la nevera. Y tengo que dejar de ser tan sincero en el blog, tengo que dejar de ser tan sincero en el blog, tengo que dejar de ser tan sincero en el blog, tengo que dejar de ser tan sincero en el blog...

Está claro que, tantos años después, ya no es la misma serie. Se ha amoldado a unas maneras ya conocidas por la audiencia, e incluso los dibujos se han estilizado y son más "guapos". En las últimas temporadas hay algún capítulo con cierto tufillo a relleno, pero los fans siempre esperamos con entusiasmo el capítulo de Halloween y el imperdonable capítulo de parodia de alguna serie o película famosa, ya tradicionales desde que comenzamos a ver las primeras temporadas en La 2 y en horario de noche. Ha pasado mucho tiempo desde que Bart fuese el protagonista de esos primeros capítulos, y ahora es Homer el que lleva el peso, y no es un chiste, de la mayoría de los capítulos. Y se ha convertido en mi ídolo, y en el de mucha gente. ¿Cómo alguien capaz de hacer la mayor cantidad de borriquerías por minuto aún no ha muerto o ha sido sentenciado a cadena perpetua? En primer lugar, porque es un dibujo animado, hombre, por favor... Pero sobre todo, porque en el fondo, en Los Simpson reinan los buenos sentimientos, y el amor que Marge y sus hijos le profesan y se profesan entre sí, mal que les pese, siempre les acaba salvando el pellejo. Puede parecer una postura conservadora, pero no olvidemos que hablamos de una comedia, y dudo mucho que hubiese llegado tan lejos sin esa cierta dosis de azúcar en la limonada.
Como dice Nelson: ¡Hasta que nos olamos!

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