jueves, 12 de noviembre de 2009

Episodio 48: Nuevo refrito

Hola, niñas y niños:


Aprovechando que se cumplen cuarenta años del nacimiento de Barrio Sésamo y que al mismo tiempo no se me ocurre nada mínimamente interesante para actualizar este serial, voy a volver a recurrir al autoplagio poniendo un texto que escribí el año pasado, a ver si no ahuyento a los cuatro lectores que tengo por aburrimiento. Espero que os guste.

Mi tortuga se llama Batista

El desconcertante título de este artículo corresponde a la declaración de un niño de seis años. Para quien no lo sepa, Batista es un “animal” de casi dos metros y 150 kilos que se dedica profesionalmente a repartir mamporros en un ring de lucha libre. Otro apunte: “En el colegio nos han mandado que mañana llevemos nuestro juguete favorito a clase, pero como son deberes, no pienso hacerlo”. Esta perla es pronunciada por Bart Simpson en uno de los episodios de la serie que llega a todos los hogares españoles a diario en horario de sobremesa. Y si a alguien no le gusta, también puede elegir la versión corregida y aumentada, “Padre de familia”; su equivalente japonesa “Shin-chan”; y, los fines de semana, “Pressing Catch”, el programa de lucha americana y hogar del mencionado animal. Desde mi experiencia docente de diez años puedo afirmar que estos son algunos de los programas favoritos de los niños de hoy en día en nuestro país, y también puedo afirmar que semejantes ejemplos no ayudan en absoluto a su educación.

El atractivo de estas series es similar: se transgreden todo tipo de normas, se hace caso omiso a cualquier tipo de autoridad (los padres, el director del colegio, el jefe, la policía…) y se hacen referencias explícitas a temas inasequibles a una edad tan tierna como el sexo o las drogas. El vocabulario y los razonamientos de Stewie Griffin, el ¡bebé! del clan de “Padre de familia” son todo un catálogo de subversión, incluyendo el odio cerval a su madre y sus ansias de dominar el mundo. “Pressing Catch”, por su parte, cuenta con delirantes argumentos donde los problemas personales se resuelven a puñetazo limpio. Los actos de los personajes no tienen consecuencias, cuando se acaba el programa, se acaba el problema, y casi siempre salen mejor parados “los buenos”. No pasa nada. Tampoco se trata de que, por verlas, las futuras generaciones vayan a convertirse en asesinos en serie, pero los chavales necesitan un espejo en el que mirarse. Y cómo vamos a comparar una buena gamberrada de un niño amarillo a una lección de matemáticas de un tipo serio y con gafas…

Pero claro, todo es muy divertido. De poco sirve que los niños sean perfectamente conscientes de que sólo se trata de dibujos animados o que las peleas son falsas. Son demasiado jóvenes para asimilar el verdadero trasfondo sarcástico, crítico o simplemente humorístico de tales guiones, pero no para absorberlos como esponjas y reproducirlos en el momento más insospechado, y sería acaso inútil explicarles que dichos programas son para adultos y que en sus países de origen se emiten en horario nocturno, porque aquí no es el caso y a ellos les gustan.

¿Por qué sucede esto? ¿Nadie se da cuenta? Desde las cadenas de televisión se alude al espíritu de sano entretenimiento y al ya mencionado “sólo son dibujos animados”, y los padres, por su parte, esgrimen el argumento de que no pueden controlar todo lo que ven sus hijos porque están fuera trabajando. Mientras, los niños siguen aprendiendo. Al menos, en “Los Simpson” se dicen “te quiero” de vez en cuando…
¡Hala, ahora a hacer los deberes!
We don't need no education
We dont need no thought control
No dark sarcasm in the classroom
Teachers leave them kids alone
Hey! Teachers! Leave them kids alone!

Another brick in the wall. Pink Floyd.

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