viernes, 27 de noviembre de 2009

Episodio 49: Abre la boca y cierra los ojos

Hola, gourmets y sibaritas:


Habitualmente soy bastante timorato y reservado, y me gusta más encerrarme en mi concha y seguir mis rutinas varias que lanzarme a aventuras de cualquier tipo. Pero claro, uno tiene sangre en las venas y, aunque no sea de forma regular, de vez en cuando también me meto en el barro hasta las ingles. Aunque también es cierto que algunas de esas veces lo hago más por el "que no se diga" que por pura convicción. Digamos que mi espíritu de Indiana Jones es escaso. Lo paso mal escuchando un disco nuevo con el puro deseo de que cada una de las canciones me guste hasta el extremo. En temas cinematográficos, la experiencia me ha afilado un tanto el morro, y me he vuelto un tanto selectivo y exigente, sobre todo si me toca pagar. De cuando conozco a alguien prefiero ni hablar.

Sin embargo, como toda regla tiene su excepción, hay algo en lo que me encanta meterme de lleno: la comida. Siempre me he considerado bastante echao p'alante a la hora de probar cosas nuevas cuando voy a un restaurante. No me resultó nada difícil probar el sushi, a pesar de que "soy de carne", por decir suavemente que el pescado me gusta más bien poco. Tengo mis manías, pero el comer es uno de los campos de la vida en los que tengo menos problemas.

La afición a comer se complementa además con lo que yo llamo "cocina teórica". Meto la nariz en todos los libros de cocina que puedo, y disfruto como un enano con los programas de recetas (lo último que he descubierto, los programas de Iron Chef por capítulos en Youtube). Aún no soy un cocinero avezado ni muchísimo menos, pero también me gusta aplicar a lo que me hago cosas que he visto o leído sin siquiera haberlas probado previamente. Los resultados, dispares, claro. Si pudiese, me iría a vivir a un supermercado, pero como, después de andar perdido entre sus pasillos durante un buen rato, siempre toca volver a casa, me gusta hacerlo con alguna cosa que me ha llenado el ojo. Mi familia suele usarme de conejillo de Indias gastronómico: "prueba esto a ver qué te parece...". La última prueba doméstica ha sido el sharoni, fruta de la familia del kaki, que pasó la prueba sin volverme loco.

Volviendo al tema de ir a restaurantes, uno de mis hobbies favoritos y que menos practico, para mí supone toda una emoción, y coger la carta y elegir plato es para mí todo un ritual. En realidad, algunas veces me irrita la ligereza con la que la gente elige su comida, mientras a mí me gusta darle vueltas al menú y pensar que tomaría uno de cada. Intuiréis que no soy un comensal exigente en demasía, pero tampoco un tragaldabas que se come todo lo que le echan como si tuviera una escudilla bajo la cara. Intento disfrutar del momento, aunque soy incapaz de comer despacio, lo confieso.

En fin, podría escribir líneas y líneas sobre cocina, cocineros y daros unas cuantas recetas, pero todo esto en realidad viene a ser poco más que una frivolité, una nota autobiográfica de la que, como mucho, podéis concluir que os animo a probar cosas nuevas sin mieditos ni prejuicios. Ahí lo dejo.
¡A comer!

Where To, where do I go?
If you never try, then you'll never know.
How long do I have to climb,
Up on the side of this mountain of mine?

Speed of sound. Coldplay.

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