domingo, 17 de mayo de 2009

Episodio 26: El himno

Hola, ciudadan@s del mundo:
Se ha armado un revuelo bastante impresionante a raíz de lo ocurrido el pasado miércoles en la final de la Copa del Rey entre el Barça y el Athletic, cuando ambas aficiones pitaron al unísono la interpretación del himno nacional y la entrada al palco de los reyes. Mucha gente parece haberse sorprendido, ofendido y escandalizado, hasta el punto de que el asunto ha ocupado más minutos en informativos y tertulias que la tan traída y llevada crisis o la gripe A, cuyo interés parece empezar a difuminarse, para tranquilidad de los cerdos del mundo.
Más inaudito que el escándalo o que la ofensa me resulta la sorpresa que han manifestado algunos, ya que era algo más que seguro. Si hay alguien radical en términos políticos, es un hincha de fútbol. A mí me parece que más que ofensivo, la actitud de los aficionados fue de paletos. Abuchear un himno nacional o a un Jefe de Estado es de personas que no sólo son incultas y maleducadas, sino que además están orgullosas de ello. Y que además, luego se quejan cuando reciben consideraciones semejantes. Silbar a un himno que representa, para bien y para mal, a más de cuarenta millones de personas queda como algo más bien infantil al lado de otros desprecios peores y más sibilinos que se hacen amparándose en la legalidad y en la trama política que gobierna nuestro mundo. Pero ahí no voy a entrar. Al fin y al cabo un himno no deja de ser música. Y en cuanto al Rey, dudo que a él le sorprendiesen mucho los pitidos. Y, de todas maneras, le entran en el sueldo. Ya le han caricaturizado, parodiado y quemado (en foto, digo) más de una vez como para que le pille de susto el tema.
Y luego está lo de las teles. Eso me parece más preocupante. En un momento en el que a uno le gustaría pensar que la democracia es ya algo asentado en nuestra sociedad, el tratamiento del infausto momento de la pitada ha sido sonrojante por parte de unos y de otros. La 1 de TVE, pagada con nuestros impuestos, se cagó ante la pitada y emitió el himno en el descanso adulterando debidamente el sonido y las imágenes, dejando los pitos en ultimísimo lugar y sacando a un aficionado del Athletic con la mano en el pecho como si estuviera a punto de echarse a llorar de emoción. Muy, muy facha para un gobierno socialista y abiertamente republicano (aunque ya sabemos que los fachas de ahora son más republicanos que los propios republicanos, por aquello del 23-F, pero bueno). En TV3, la autonómica catalana, más de lo mismo: el himno español, más que oírse se intuía, al contrario que los silbidos de los orgullosos muchachos que promocionan el Catalonia is not Spain. Vamos, que como ciudadano votante y contribuyente exijo desde aquí que a partir de ahora la manipulación de la información por parte de los medios se haga de forma más disimulada, hombre ya.
Me da un poco de lástima que, después de treinta años de democracia, España siga siendo un país tan acomplejado en lo que se refiere a sus símbolos y sentimientos de identificación, algo que no se ve en otros países europeos, y mucho menos en otros países no europeos como los Estados Unidos, que gobiernan el cotarro en parte por su conciencia unitaria. Al fin y al cabo, yo estoy contento de ser español como lo estaría de ser checo si hubiese nacido en Praga o Brno. Por ninguna razón especial, sólo porque sí. Estos asuntos no aluden al raciocinio, sino a la víscera pura y blanda (cuanto más dura, peor). Por eso, debatir sobre cómo se tiene que sentir cada uno, si español, vasco, catalán, las tres cosas o ninguna, es una discusión futil. No esperen convencer a sus interlocutores, porque eso no se piensa, se lleva. Lo que sí se puede y se debe exigir es respeto. Cada uno, que se identifique con lo que quiera, pero que deje en paz a los demás.
A mí, sí, a mí, leéis bien, me gustaba la letra que se propuso hace un tiempo para que fuese la del himno español. Me parecía la letra perfecta para un país en el siglo XXI. Nada de ínfulas de superioridad, ni aplastar a los enemigos, ni derramamientos de sangre en nombre de la patria... Todo valores y puro raciocinio, como corresponde a una época en la que parecemos avergonzarnos de tener instintos. Sí, era yo el tipo al que le gustaba esa letra. El único, probablemente. Lo que no me gustaba era la idea. Ponerle letra a un himno sólo para que los futboleros la puedan cantar en los estadios es una banalización del símbolo de una nación. Además, emociona más el naino naino nonainonainonaino cuando lo entonan con fervor los incondicionales de la selección. Afortunadamente, se dieron cuenta los sabios encargados de la brillante ocurrencia.
España, amig@s, no necesita una letra para su himno. Necesita empezar a quererse.


¡Viva España!
Cantemos todos juntos
con distinta voz
y un solo corazón

Ama a la Patria
pues sabe abrazar,
bajo su cielo azul,
pueblos en libertad

¡Viva España!
desde los verdes valles
al inmenso mar,
un himno de hermandad

Gloria a los hijos
que a la Historia dan
justicia y grandeza
democracia y paz

Esta es la letra del himno que no fue, escrita por Paulino Cubero.

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