martes, 21 de septiembre de 2010

Episodio 75: Adrià y el McPollo

Muy buenas, marujas y marujos:
La ministra de Sanidad y candidata del PSOE a las primarias por la Comunidad de Madrid Trinidad Jiménez estuvo el otro día en La noria. Hace unas semanas estuvo José Blanco explicando las reformas económicas del Gobierno. No voy a criticar sus respectivas intervenciones porque no veo el programa, pero me parece una gran noticia que se vayan animando a aparecer políticos en La noria y otros espacios del estilo. Tal y como está el patio (o el hemiciclo), es su lugar natural.

Como ya he dedicado algún que otro capítulo de este sainete a maldecir a periodistas y políticos varios por enturbiar la situación como si la situación necesitase que la enturbiasen más, me voy a limitar a señalar que al fin todos se van dejando de disimulos y se entregan con fervor a lo que de verdad les hace felices a ambos: el espectáculo barato y banal.

Hace años, tantos que ya ni puedo recordarlo, atributos como el sensacionalismo, el sectarismo, la vulgaridad y la subjetividad flagrante estaban reservados a las revistas del corazón y los diarios deportivos. Todo el mundo sabía quién era del Madrid y quién del Barça, a quién le caía bien qué famoso y a cuál otro no tragaba. Y todo estaba bien, muy entretenido, porque al fin y al cabo, fútbol y corazón son temas intrascendentes que no van a ningún lado. Hasta que las revistas del corazón y los diarios deportivos empezaron a vender mucho. Demasiado. Entonces, los diarios serios, que hasta entonces mantenían sus líneas editoriales intentando no decir una palabra más alta que otra porque, en aquellos tiempos, que te acusaran de enseñar el plumero era malo, se animaron. "Si ellos lo hacen, ¿por qué no lo vamos a hacer nosotros?". Y envalentonados por las influencias políticas que mantienen vivos y boyantes los grandes grupos de comunicación del país, comenzaron a entonar himnos como "la objetividad no existe", "esta es nuestra verdad" y "si no te gusta, no lo leas". A cada cual se le dice lo que quiere oír y chimpún, ya hemos convertido El Bulli en un McDonalds.

Así que, que nuestros representantes elegidos libre y soberanamente comienzasen a acudir a saraos donde el derecho a la información consiste en contar quién se acuesta con quién a cambio de cuánto, es un plan ideal. El círculo se cierra sumando el circo político al circo mediático. Circo de los horrores, pero circo al fin y al cabo. En un país serio, se supone que deberíamos estar más interesados en probar el aire de respeto, la esferificación de moderación o la espuma de unidad, pero, no nos engañemos, a nosotros nos va más montar un buen McPollo. Que tiemblen Jesulín y la Campanario, que vienen Espe y Gallardón a lavar sus trapos sucios.
Hasta otro rato, que me ha entrado hambre. Os dejo con una intervención de la próxima presidenta del Gobierno.

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