Desde que descubrí, allá por el mes de noviembre, el programa La parroquia del Monaguillo, en Onda Cero, gracias a un amigo, me enganché y me convertí en parroquiano impenitente, valga la paradoja. El universo particular de Sergio Fernández y Arturo González-Campos, poblado de señores que van croqueta, gente que se hace risa encima y lo más florido y selecto de la historia de la música española es un seguro de buen humor a la hora de irse a la cama. Pues bien, hace ya unos meses, el Mona y el Caraantigua propusieron a sus oyentes que escribiesen un monólogo corto, y, o no les han hecho mucha gracia las propuestas, o se les ha ido la cabeza, porque no han vuelto a mencionar el asunto. Esta semana, el programa se va de vacaciones hasta septiembre, así que, para que no se desaproveche, os dejo aquí mi participación en el concurso fantasma, con un breve añadido que, como suele suceder, se me ocurrió después, y que mejora el resultado:
Hola, me llamo Faustino y he vuelto a hacerlo. He vuelto a ir solo al cine. Si esto fuera Alcohólicos Anónimos, ahora vosotros diríais eso de “Hola, Faustino, te queremos”, pero, coño, si me quisierais, habríais venido conmigo… El caso es que intenté convencer a varias personas para que me acompañaran, pero ya se sabe, me vinieron con las típicas excusas: que si me viene mal, que si ya he quedado, que si prefiero meter la cabeza en la batidora…
Bueno, no es la primera vez que lo hago, y tampoco está tan mal. Lo único es que la gente te mira raro. Por ejemplo, en la cola para comprar la entrada: todos en parejitas o grupitos y tú ahí solo, que pareces Gallardón en el cumpleaños de Esperanza Aguirre… Como la experiencia enseña, decidí usar un truco para pasar desapercibido: pegarme al grupo más numeroso que había en la cola. Y ahí estaba yo, como un abuelete entre un grupo de adolescentes que me miraban como a una espinilla: “uyuyuy, esto hace un rato no estaba aquí…”. Luego, al pedir la entrada, me dirigí a la taquillera muy seguro, como si fuera lo más normal, aunque al decirle “tengo abono”, creo que ella estaba pensando “vale, y yo vida social…”.
Lo peor fue al pasar a la sala, con mi bebida y palomitas para uno, que mucho singles por aquí y por allí, pero a ver cuándo hacen el menú para uno, que comerte tú solo lo de dos para que te salga más barato te deja una pesadez de estómago… el caso es que el acomodador, un vejete que yo creo que no sabe que hace años que ya no trabaja allí, me miró como con lástima, y casi se acomoda conmigo en el asiento de al lado. Al principio no me importó, pero cuando me tocó una pierna, le di las gracias y un euro. Le habría dado más, pero no era tan atractivo…
De todas formas, hay que reconocer que ir solo al cine también tiene sus ventajas. Echas unas risas colocando el abrigo en el asiento de al lado y diciendo al que viene: “lo siento, está ocupado”, ¡y es mentira! Bueno, yo ayer, en cuanto se apagó la luz… no pensé que me atrevería, pero al final lo hice… ¡me cambié de butaca! En fin, que, como todo, es cuestión de acostumbrarse, como a las señoras que se te cuelan en el super, o a los intermedios de Telecinco… Ah, ¿la película? Bueno, era española… al menos había tetas...
De todas formas, hay que reconocer que ir solo al cine también tiene sus ventajas. Echas unas risas colocando el abrigo en el asiento de al lado y diciendo al que viene: “lo siento, está ocupado”, ¡y es mentira! Bueno, yo ayer, en cuanto se apagó la luz… no pensé que me atrevería, pero al final lo hice… ¡me cambié de butaca! En fin, que, como todo, es cuestión de acostumbrarse, como a las señoras que se te cuelan en el super, o a los intermedios de Telecinco… Ah, ¿la película? Bueno, era española… al menos había tetas...
Qué, ¿a que es gracioso? ¿Hola? ?Hay alguien?
Welcome to the House of FunNow I've come of age
Welcome to the House of Fun
Welcome to the lion's den
Temptation's on his way
Welcome to the House of...
Madness. House of fun.
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