Digámoslo claro: hemos perdido el paraíso. Y no, esto no es un rollo religioso ni voy a intentar que us unáis a mi secta, aunque se admiten donativos. Me refiero a un paraíso muy terrenal formado por la idílica conjunción de todas las criaturas de un planeta con una riqueza inabarcable y una variedad de recursos casi ilimitada, y que se ha estrellado directamente contra las cuotas de producción, los índices bursátiles, las encuestas de opinión y la madre que los parió a todos: la codicia humana.
Cuando la economía entró por la puerta, la utopía saltó por la ventana, y aquí y ahora cada uno hace la guerra por su cuenta y se fabrica su propio edén hecho a medida, cuando quiere y porque quiere, que ya vale todo. La posibilidad de vivir en una multitudinaria comuna hippie autoabastecida, en armonía con la naturaleza y en la que no haya guerras, malos rollos ni peleas por el mando (a distancia o el otro) queda para los que se lo puedan permitir. Ahora todo el mundo está agobiado y estresado, jodido pero no siempre contento, hipertenso y sobrealimentado, y como, aunque los superintelectuales, pensadores y tertulianos varios piensen que sí, la gente no es tonta y le gusta pasarlo bien , el que más y el que menos se busca sus drogas, alcoholes, sexos, juegos y adicciones varias que le transporten a su propio paraíso un ratito, aunque sea a costa de devolverle luego a la realidad con las mismas frustraciones y miserias esperándole y algo menos de pasta en el bolsillo.
Pero por más que, sí, el ser humano del siglo XXI sea, en esencia, un individuo anónimo devorado por la sociedad, es también un animal social, y también huye en grupo. Y para eso no hay nada mejor que internet. Redes sociales que crean la ilusión de que tienes un millón de amigos, como el cantante, tiendas online donde te puedes gastar el sueldo sin siquiera enterarte hasta que desde el mundo real te llega el extracto de la tarjeta, y foros con temática para todos los gustos, donde poder conversar en la más absoluta paz y libertad. Mientras no se toquen los temas prohibidos, naturalmente: religión, sexo, política... lo que coloquialmente podríamos denominar lo chungo. Entrar en materias graves supone, como en Los Simpson, golpe de remo. Y es que el paraíso no es lugar para temas serios. Eso se queda para el osado que se atreva a dar un paso más allá e intentar que su paraíso privado cobre vida, y corra el riesgo de que, como le pasó a Pinocho, lo que parece perfecto desde fuera, deje de serlo cuando uno está dentro.
¿Y qué hacemos ante esta lucha paraíso artificial-auténtica imperfección? Ante todo, no dejarnos atrapar por ninguno de los dos contendientes, que pueden ser igual de oscuros. La vida es demasiado corta para perderla ocupados rellenando formularios, enfadados con aquellos que sabemos que queremos y nos quieren, haciendo lo que se supone que tenemos que hacer a pesar de que se nos ha olvidado por qué, y sin tiempo para levantar la cara y mirar el azul del cielo o dejar que la lluvia nos empape la cara. Y también des demasiado corta para pasarla metido en la habitación jugando con la play aterrorizado de lo que hay fuera, como ciertos adolescentes japoneses, o correteando por el campo oliendo las florecillas, que dentro suele haber insectos con muy mala baba (igual que en la calle). Pasar la vida entera colgado de lo que sea no es una opción ni en el caso de que uno pueda tirar de tarjeta oro, ahora que ya sabemos que los ricos también lloran.
Hemos perdido el paraíso, y lo hemos reemplazado por pequeños paraísos artificiales que duran lo que dura una sonrisa, un orgasmo o una copa de vino. Así es la vida, pero es la única que tenemos, salvo que alguien demuestre lo contrario, así que, simplemente, recordad: hay tiempo para todo. Y no se os olvide respirar, que es bueno y gratis.
This could be heaven for everyoneThis world could be fed, this world can be fun
This could be heaven for everyone
This world could be free, this world can be one
Heaven for everyone. Queen.
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