El heroísmo, como todo en estos días, está en crisis. Tradicionalmente, los héroes, aquellas personas que luchaban por una causa mayor sin pensar en sí mismas, hasta el punto de que muchas veces se dejaban la piel en el intento, eran glorificados, elogiados y homenajeados hasta decir basta. Se erigían estatuas en su honor y se les dedicaban días en el calendario. Se escribían libros que después se convertían en películas, y los abuelos transmitían sus hazañas a los padres, que a su vez lo hacía a los hijos antes de dormir. San Jorge, Hércules, Robin Hood, son hoy figuras legendarias cuya procedencia poco importa, pues son figuras universales y como tales han pasado a la historia.
Como todo cansa y, al mismo tiempo, todo evoluciona, del héroe se pasó a la figura del antihéroe, excelencia de la posmodernidad, según la cual no hay victoria al final del cuento, sino derrota, y el protagonista, de moral férrea y cuerpo y alma golpeados una y otra vez por la vida, sobrelleva con dignidad su fracaso, esperando con resignación la oportunidad para trocarlo en victoria ante aquellos que han escrito su negra historia o, simplemente, le ignoran al verlo pasar. Una cierta idea romántica del ser humano perdedor ha revestido esta figura y la ha hecho popular para escritores malditos, cantautores y cineastas independientes, artistas poco conocidos para las masas por separado, pero todos juntos forman una legión que ha proporcionado al antihéroe de infausto destino, por fin, su redención ante el mundo.
Y entonces llegó el siglo XXI. Pasó 1984 sin que el Gran Hermano nos vigilase y 2001 sin odisea espacial alguna, y héroes y antihéroes cayeron en el olvido. Para sustituirles, sin embargo, ha aparecido un nuevo personaje, al que me permito bautizar como No Héroe. El No héroe carece de armadura, de melena rubia al viento y, desde luego, no va a pasar a la historia por sus hechos, o al menos, por los buenos. Ejemplo: hace apenas una semana, un cerrajero de Valencia salvó a dos niños de morir asfixiados por el humo de un incendio en su propia casa, mientras él trabajaba dos pisos más abajo. El tema se trató de manera anecdótica en los telediarios, y las declaraciones del improvisado salvador fueron que al día siguiente tendría que regresar a acabar el trabajo que se había dejado a medias. Poco épico, sí, pero todos estamos expuestos a ser No héroes en cualquier momento de nuestra vida, así que, al menos, podremos contar una buena historia a quien quiera escucharla, aún a sabiendas de que es probable que ésta muera con nosotros .
Una aclaración: una de las caracterísiticas fundamentales del héroe es su involuntariedad, o, si se quiere, su inconsciencia. Un héroe no hace lo que hace para lograr fama y gloria, sino que estas le son otorgadas por el pueblo agracecido. Eso explica por qué el cerrajero de Valencia no se va a convertir en un héroe en la actualidad. Ahora lo que mola es aparecer en los medios por cualquier cosa, aunque sea por nada; que hablen de uno, aunque sea bien. En este panorama, un héroe-héroe, a la antigua usanza, no tiene cabida. Y cuando la tiene es de forma triste y decepcionante, como aquel profesor que llenó el pensamiento y la boca de todo un país al arriesgar su vida para salvar a una mujer que estaba siendo maltratada por un energúmeno y, tras superar, de forma admirable, sus numerosas secuelas físicas, se dedicó a pasearse por platós y a participar en tertulias políticas de calado cuando menos oloroso, para acabar con la publicación de un libro, no relatando su heróica epopeya, sino poniendo en solfa un régimen democrático, cutre, pero democrático, y no dejando títere con cabeza entre las figuras políticas. Todo un No héroe, está claro. Hizo algo impresionante, y luego lo estropeó comportándose como una persona. Hay que ver...
And they say that a hero can save us.I'm not gonna stand here and wait.
I'll hold on to the wings of the eagles.
Watch as we all fly away.
Chad Kroeger y Josey Scott. Hero.
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