Entre malestares personales y desengaños políticos he encontrado espacio para una de esas reflexiones personales que de vez en cuando me acuden, como casi siempre provocada por un par de hechos inconexos.
Hace unos días pudimos ver en un noticiario, y luego en Youtube, cómo un actor ofrecía por las calles de Barcelona dos entradas reales para la final de la Champions League en Wembley por sólo veinte euritos, sin que nadie "picase", hasta que una afortunada pareja tuvo la suerte de fiarse del sospechoso sujeto y se las llevó. El segundo hecho me sucedió hace cosa de una semana. Mientras esperaba en la parada del bus, una chica llegó apurada y fue dirigiéndose uno a uno a todos los que estábamos allí. No encontraba su móvil y quería pedir uno prestado para llamar a su propio número y comprobar así si lo había dejado en algún sitio o directamente se lo habían robado. Ese día y en esa parada en concreto, nadie llevaba móvil. Ni siquiera yo.
Definitivamente, la época en la que el portentoso Manuel Summers decía aquello de "To er mundo e güeno" ha pasado a la historia. Desde pequeños aprendemos que el mal puede acechar en cada rincón y no debemos aceptar caramelos de extraños, pero entre la mala prensa que los telediarios dan de la Humanidad y los bulos extendidos por la red ("si te encuentras en la calle una cartera llena de billetes, no la cojas, que podría ser una bomba de ETA"), cada día está más claro que el "Piensa mal y acertarás" se ha impuesto. Y eso a pesar de que, como la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo, todos acabamos dependiendo de la amabilidad de los extraños, para unas cosas o para otras. Y tampoco parece tan descabellado. Aún hay gente que se ofrece a cargar con las pesadas bolsas de la compra, o a llevarnos en su coche cuando un diluvio nos pilla en mitad de la calle. Pero la bondad no suele tener buena reputación. Es mejor no darle unas monedas a ese mendigo, podría gastárselas en drogas.
Puestos a recurrir a refranes, más nos valdría acordarnos de aquel "Confía en Dios, pero cierra la puerta con llave". Lamentablemente, en unos tiempos tan relativizados y difusos es cada vez más complicado distinguir a los buenos de los malos. Y, de todas formas, como si tuviéramos tiempo de pararnos a pensar, con la de cosas que hay que hacer... Desconfiar es más rápido y efectivo. Si hemos acertado, no pasa nada, bien por nosotros, y si nos hemos equivocado, nunca lo sabremos, porque nuestro camino y el de ese extraño al que no hemos escuchado seguramente no volverán a encontrarse. Y si lo hacen, bastará con encogerse de hombros y fingir que no tenemos ni idea.
A pesar, en fin, de que la maldad campa, aparentemente, por sus respetos por las calles y ser, como decía Machado, "en el buen sentido de la palabra, bueno", está pasado de moda aunque sólo sea de cara a la galería (me permito aquí remitiros al episodio 14 de esta serie...), creo que sería conveniente, de vez en cuando, ya que queramos o no, tenemos que pensar bien las cosas, pensar bien de las cosas.
Hasta otra, amiguitos. Suponiendo que seáis quienes decir ser...
gente que el mundo no le importa un bledo,
gente parada, gente sentada,
gente soñando y gente despertando.
Hay gente que nace, gente que muere,
hay gente que odia, y gente que quiere,
en este mundo hay mucha gente
pero pero pero....
No hay nadie como tú. Calle 13.
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