La semana pasada vi en dos días las dos versiones de Furia de titanes. La primera, que dirigió Desmond Davis en el 81, ya la había visto un par de veces hace ya años, cuando las teles estaban más interesados en el cine-cine que en los telefilmes baratos. La nueva, de Louis Leterrier, me convenció como espectáculo de entretenimiento, aunque se la podrían haber currado un poquito más, pero me dejó algo frío. No llegó a hacerme sentir tanto como la "antigua". Y del entrecomillado de la palabra "antigua" viene precisamente la conclusión a la que llegué: me estoy convirtiendo en mi padre. En cuanto a gustos, no en cuanto a otras cuestiones. El caso es que no puedo creerme que yo mismo considere antiguo algo de los 80, así que supongo que, o me estoy haciendo mayor, o internet me ha sorbido tanto el seso que me he convertido en un renegado de todo aquello que no incluya gráficos por ordenador.
Una de mis máximas favoritas es que todos somos hijos de nuestra época, y al pensar, y menear la cabeza indignado, en por qué ahora se están haciendo tantos remakes de películas de los 70 y 80, amén de crisis creativas etc., no puedo evitar comprender al fin algo que de más joven (cofff) se me escapaba. A todos nos gustan las cosas de nuestra época, simplemente porque es nuestra época. Y, por primera vez, puedo comprender que todas aquellas películas, canciones, sabores y olores que experimentamos en nuestra infancia y adolescencia son las que realmente definen la parte de nosotros que más nos gusta y que más añoramos una vez que pasamos a formar parte del negocio. Siempre me ha parecido muy bien que la gente mayor disfrute con Nino Bravo o comente cosas como "estos tomates ya no saben igual", pero gracias a mi nueva epifanía (por darse pisto que no sea), ahora lo entiendo mejor. También entiendo ese sentimiento que he tenido los últimos años en mi interior cada vez que iba al cine y que me decía que no disfruto tanto como antes con películas, que, en teoría, son parecidas a las que siempre me han apasionado. Solía achacarlo a que cuantas más películas ve uno, más sube el listón de exigencia, pero si eso fuera cierto, y teniendo en cuenta el precio de las entradas y las películas en dvd/blu-ray, ya no quedarían aficionados al cine. Supongo que mi época han sido los 80/90, y este nuevo siglo no ha llegado a superar las expectativas que sí superaron las décadas anteriores. O lo mismo es que estoy madurando. Venga, vale, ya podéis dejar de reiros.
Aún así, sigue habiendo misterios que no logro descifrar: ¿cómo alguien puede disfrutar con el tostón de Final Fantasy y similares, con lo que molaban el Tetris y el Monkey Island?, ¿cómo alguien se puede siquiera atrever a sugerir que Michael Jordan tiene a su sucesor en Lebron o en Kobe?, y, lo de que pretenden retomar la saga de Cazafantasmas, es coña, ¿no?
Bueno, sí, estoy exagerando, era una minibroma. Me gusta demasiado el hipertecnificado mundo moderno con sus ordenadores por doquier y sus revivals cíclicos como para quedarme anclado en mi colección de vhs. A la que, por cierto, algún día tendré que dar una solución... Vaya, creo que me está saliendo otra cana...
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