Varios incidentes aparentemente inconexos llevan a que este episodio esté dedicado al cine español: su omnipresencia en los medios, una discusión familiar, la temporada de premios y un capítulo de Friends. Procedamos.
Hablar de cine español ahora mismo es como contar uno de aquellos viejos chistes de "tengo dos noticias, una buena y otra mala". Por un lado, ha sido uno de los mejores años en taquilla, gracias a películas como Celda 211, Ágora o Planet 51. Por otro, ha sido un annus horribilis de polémicas por posibles fraudes en la producción, las leyes audiovisuales, del cine catalán, las ayudas de la UE... Ambas caras de la misma moneda le han hecho ocupar muchos minutos en los telediarios y muchas páginas en los periódicos, hasta el desconcertante punto de que, en ciertos momentos, parecía que nuestro cine era un enfermo con una salud de hierro.
Viendo uno de esos telediarios, durante una comida, comprobé descorazonado cómo hay gente a la que el cine español, no es que no le guste, sino que directamente le trae sin cuidado. Vamos, quen no perdería el sueño si no se hiciese una sola película española más. Y eso es muy preocupante. El cine es un signo de la cultura de un país, y un país sin cine es un país gris, apático, insignificante. Que para algunos las películas españolas y sus responsables despidan una imagen rancia, vulgar, de peleles de fama inmerecida y de chupópteros que sólo se mueven si les dan una subvención es algo que debe ser reparado de inmediato, en primer lugar, conminando a estas personas a que vean películas españolas, porque llevan años, décadas, sin verlas, y en segundo lugar, realizando una operación de chapa y pintura a la cinematografía nacional.
No parece un secreto que la imagen del cine español ha evolucionado desde el costumbrismo ligero, sólo crítico desde la metáfora (Bardem, Berlanga), a la españolada pura y dura de comedias con suecas y folclóricas (imposible de olvidar gracias a Cine de barrio), al cine de tetas y culos de la transición (ay, Ozores, cuánto daño has hecho) y de ahí al de travelos y yonquis de los 80 con el hoy respetadísimo Almodóvar a la cabeza, todo ello regado con algún que otro dramón bien espesito. Moraleja, los espectadores han tendido a huír de él como de la peste, ingiriendo a cambio, todo tipo de productos hollywoodienses, ya fueran buenos, regulares, malos o, directamente, infectos. Americanos, os recibimos con alegría. Llegan, por fin, en los 90 una serie de directores como Amenábar, Fesser, Médem, De la Iglesia, Díaz Yanes, León de Aranoa... y parece que la cosa empieza a cambiar un poco. Los números siguen sin cuadrar, pero el cine español va asomando. Y todo ello nos conduce al día de hoy, en el que varios de estos directores se han codeado en sus proyectos con las estrellas y en el que cada vez más intérpretes se aventuran a compaginar lo de dentro con lo de fuera. Aunque muchos sigan sin resignarse a que igual las películas españolas no están tan mal. Entre otras cosas porque se dejan de hacer solamente dramas superintensos y comedias facilonas y se comienza a hacer terror, ciencia ficción, policíaco y, en general, algo más del gusto de la calle.
Más reciéntemente aún, con el anuncio de las nominaciones a los Oscars de este año, me puse a hacer un repaso por las películas oscarizadas de esta década, llegando a la triste conclusión de que, al contrario de lo que sucedió con las de la pasada, muy pocas van a pasar a la historia del cine o a ser recordadas como grandes películas, no pasando de la categoría de "buena". Este estancamiento del cine norteamericano contrasta con la cada vez mayor calidad del cine patrio.
Y, por fin, la ceremonia de entrega de los Goya que tuvo lugar el domingo. Amén de ser la mejor que yo haya visto nunca (durante varios años dejé de verla para no mosquearme), me impactó de verdad el discurso del presidente de la Academia, Álex de la Iglesia. Un discurso sustancioso y que sonaba sincero, tanto que incluso podía llegar a ser sospechoso para los más suspicaces. En él, invitaba a los profesionales a trabajar con humildad, a reconocer los errores y a hacer películas interesantes para fortalecer la industria. Y más que fortalecerla, yo creo que lo que le hace falta a la industria del cine español es acabar de nacer, puesto que el sistema actual no me parece demasiado factible a largo plazo.
¿Ideas? A mi parecer, es necesaria la inversión de gente que arriesgue su dinero para hacer películas que gusten al público y que sean susceptibles de ser rentables, y no sólo las televisiones; es necesario que sigan apareciendo nuevos directores para que esta revitalización no acabe en un desierto, hay que confiar en "los nuevos"; es necesario encontrar, invadir, si hace falta, los mercados europeos y estadounidenses: véase el ejemplo de Planet 51, que si de algo peca, es de ser demasiado americana y demasiado poco española; es necesario que el cine español no vuelva a caer en lamentables ejercicios de servilismo político, para evitar provocar el desprecio de parte de la sociedad y al mismo tiempo convertirse en prisioneros de determinadas posiciones o personas; y sobre todo, es necesario gastar mucha pasta en promoción. Y comenzar por los Goya es un buen comienzo. He leído que De la Iglesia, aparte de escenificar la reconciliación de la Academia con Almodóvar, quería traer a gente como Tarantino o Edward James Olmos, pero, oh, la crisis, no lo ha hecho posible. En cualquier caso, esperemos que no se repitan los tiempos en los que los presentadores (e incluso los nominados) de los Goya se pasaban la noche con cara de "estoy aquí porque le debía un favor a alguien". Hay que colocar las películas españolas en letras grandes y en programas gordos, y deshacer la ecuación, acomplejada, de "cine español=bueno=aburrido=no comercial".
¿Y lo del capítulo de Friends? Tras ver la gala, muy reconfortado y optimista ante el futuro, me acordé de cuando Monica tenía miedo de meter la pata en una fiesta familiar y que su madre le dijera que había hecho una "monicada". Entonces, Phoebe le proponía cambiar el significado de "monicada" por el de algo bien hecho. Pues vale, a partir de ahora, propongo cambiar el significado de españolada, esa funesta palabra que aún se arrastra por ahí, por el de "película española que gusta al público y triunfa en mercados nacionales e internacionales". Pues venga, todos a hacer, y a ver, españoladas.
Y perdón por el rollo.
Ya sé que no tiene nada que ver con el tema de hoy, es por desengrasar un poco con una buena canción...
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